Mañana a las 20:30 h. es el traslado de Fusionadas, os esperamos a todos los que quieran participar, y aquellos que deseen portar al Cristo de la Vera+Cruz recordad que debéis traer guantes negros.
martes, 31 de marzo de 2009
viernes, 27 de marzo de 2009
Noticias
Ayer se aceptó e informó en Junta que este año el Santísimo Cristo de la Vera+Cruz irá acompañado de una Capilla Musical, lo que dará más solemnidad si cabe a nuestro discurrir por las calles malagueñas.
domingo, 15 de marzo de 2009
CARTEL SALIDA PROCESIONAL AÑO 2009
lunes, 2 de marzo de 2009
XVII “CONSIDERACIONES EN TORNO A LA CRUZ” (Por José Luis López Fuentes). Año 1.999
XVII PREGÓN SOBRE “CONSIDERACIONES EN TORNO A LA CRUZ”
INTRODUCCION
Los pájaros han dejado de cantar. Las hojas de los olivos reflejan aún la angustia vivida en la noche anterior. Una brisa heladora recorre unas calles desoladas por el odio y el rencor.
La luz ha sido vencida por la tiniebla de la tristeza y un manto de luto cubre el cielo de la Ciudad.
El, que con su palabra predicó el amor y con su corazón enseñó a amar, ha visto como aquellos a los que tanto amó, descargaban sobre su cuerpo y su alma la ira más despiadada.
En la cima del monte, una Cruz y una pena: el amor y el dolor. La Cruz es amor porque, por amor entregó su vida por ellos, y por amor perdonó a sus verdugos. Aún se escucha en la lejanía el eco de sus palabras :“Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. La pena es el dolor de la Madre que, a los pies de la Cruz, llora desconsolada al ver como han arrebatado la vida a Aquél a quién Ella se la dio.
Agarrada al madero, por sus ojos afloran, ya con dificultad, sus últimas lágrimas. En la Cruz ha contemplado, desolada, los últimos momentos de la vida de su amado hijo. En la Cruz, ha sentido, destrozada, la amargura de los primeros momentos de su muerte.
Angustiada y casi desvanecida por el dolor de las siete heridas abiertas en su corazón, no podía entender como su Amado Hijo, que de pequeño fuera conocido como el del Carpintero, culminara su existencia humana clavado en tan humillante leño.
Y vino a su memoria la mágica noche de Belén, cuando el fruto de su inmaculado cuerpo se dio a conocer al mundo como Rey de Reyes, Señor de los Señores y Amor de los Amores; y recordó su infancia en Nazaret, cuando ayudaba a su padre trabajando la madera; y en Jerusalem, perdido en el Templo y rodeado de doctores, y en Caná de Galilea, donde mostró por primera vez su poder y gloria.......
Mientras tanto, la sangre del Redentor desciende por el áspero madero lentamente, y al tocar la árida tierra, se mezcla con las lágrimas derramadas por su Madre. Sangre y lágrimas, muerte y vida, dolor y pena.
De la sangre y lágrimas así conjugadas; de la muerte y de la vida así enfrentadas, brota una semilla de esperanza que se va extendiendo por la desértica arena del Calvario. La cima se cubre, poco a poco, de delicadas flores que elevan sus fragancias hasta el cuerpo inerte del Crucificado; el aire se purifica y un perfume delicado vence al terrible hedor de la muerte; el madero se ennoblece y reluce ahora como el sol. Nace la vida; expira el Salvador. El Mensaje se ha cumplido. La flor es el signo de la vida; la Cruz, el del amor.
Sábana blanca envuelve al Redentor. Brazos temblorosos de mujer acarician con dulzura el cuerpo desnudo y frío del Nazareno. Y al abandonar el lugar, los allí presentes no pueden evitar volver la vista atrás y contemplar, por última vez, la humilde Cruz donde el más grande de los hombres, el Dios Encarnado, dejó su vida como prueba de su amor.
.........y el Discípulo bien amado, quiso dar consuelo a la Madre desconsolada, y abrazándola con ternura, le dijo:
Mayor Dolor que Tú tienes
nadie lo tuvo, Señora.
¡Con qué amargura tu vienes
que está llorando la Aurora
lagrimitas de claveles!
(Francisco Montero Galvache)
“No llores María, que de SU muerte nacerá la vida, de TU dolor la esperanza y de MI angustia la salvación”.
Y situado frente a la Cruz, el fiel Discípulo que acompañó al Maestro hasta el arbóreo lecho de su muerte, gritó con voz doliente:
Quiero llorar mi Dios, ante una Cruz victoriosa,
la que con tristeza dió sentido a tu muerte pavorosa.
Amarga penitencia que te acompañó en tu dulce agonía,
para ofrecer amor, allí donde amor no había.
Bálsamo que abrazó con complacencia tu dolor
recogiendo de tu fina piel su delicado color.
Manto de miel que acarició con ternura tu cuerpo macerado
por los golpes de los que, sin pedir perdón, fueron perdonados.
Luz de paz que ofreció vida cuando sólo muerte reflejaba,
y esperanza y consuelo mientras TU,
Dios de Animas de Ciegos, expirabas.
SALUTACION
Sr. Hermano Mayor de la Hermandad Sacramental y Reales Cofradías Fusionadas y demás miembros de su Junta de Gobierno; Excmas. e Ilmas. Autoridades; Sr. Presidente de la Agrupación de Cofradías; representaciones de Hermandades de Pasión y Gloria; cofrades; mi querido amigo Alberto; señoras y señores.
Mientras Abril, vestido con sus más vistosas y delicadas galas, se estira y sublima en un abrazo fraternal con Mayo, compases de Gloria marcan el nuevo sendero del caminar cristiano.
Los sueños nazarenos de pasión se han agotado con el último sonido de un lejano tambor y el aire purificado por el incienso cuaresmal se cubre, ahora, de gloriosos aromas marianos.
Las frondas reciben en silencio las caricias de un cielo nítido, intenso, infinito, y los aromas de la primavera impregnan con su frescor nuestros recuerdos más entrañables.
Ya las cigüeñas construyen sus castillos de amor en los campanarios de nuestras Iglesias y en los inquietos corazones de los humanos comienza a anidar un noble sentimiento fraternal de solidaridad, porque, en efecto, comienza el mes de Mayo y compases de Gloria marcan los nuevos senderos del caminar cristiano.
Gloria, porque el Hijo de Dios ha resucitado; Gloria, porque una Cruz victoriosa nos ha enseñado la verdadera doctrina del amor, liberándonos de las amargas cadenas del pecado; Gloria, porque en el madero dejaste escrito, Señor, con la pluma del sufrimiento, el camino de nuestra salvación; Gloria, mi Dios, porque sé que estás con nosotros.
Eres, Señor, el agua bendita de la primavera que calma la sed de los necesitados; el Sol que ilumina la oscura senda por donde camina inquieto mi pensamiento; torrente de amor que transporta mis sueños en un viaje eterno de espuma, canela y sal. Tu Cruz es la fuente donde yo bebo la fe; tu sangre es el mar donde navego; tu rostro, que habita en la tierra que me vió nacer, es un manantial eterno de bien.
Y en este tránsito hacia un Pentecostés ya próximo que iluminará nuestras almas y respirando Tu Gloria, Málaga se prepara para exhaltar el mensaje de la Cruz, y lo hace con la alegría de tu resurrección y con la promesa de vida eterna que dejaste impresa en el madero; y en esta celebración no pueden faltar las flores, que es el tesoro más precioso que le ofrecen los enamorados a sus amores; flores de esta bendita tierra malacitana, jardín del Edén donde el olor del azahar es más intenso, el del jazmín más profundo y el lirio más bello.
Luz de paz que ofreció vida cuando sólo muerte reflejaba,
y esperanza y consuelo mientras TU,
Dios de Animas de Ciegos, expirabas.
SALUTACION
Sr. Hermano Mayor de la Hermandad Sacramental y Reales Cofradías Fusionadas y demás miembros de su Junta de Gobierno; Excmas. e Ilmas. Autoridades; Sr. Presidente de la Agrupación de Cofradías; representaciones de Hermandades de Pasión y Gloria; cofrades; mi querido amigo Alberto; señoras y señores.
Mientras Abril, vestido con sus más vistosas y delicadas galas, se estira y sublima en un abrazo fraternal con Mayo, compases de Gloria marcan el nuevo sendero del caminar cristiano.
Los sueños nazarenos de pasión se han agotado con el último sonido de un lejano tambor y el aire purificado por el incienso cuaresmal se cubre, ahora, de gloriosos aromas marianos.
Las frondas reciben en silencio las caricias de un cielo nítido, intenso, infinito, y los aromas de la primavera impregnan con su frescor nuestros recuerdos más entrañables.
Ya las cigüeñas construyen sus castillos de amor en los campanarios de nuestras Iglesias y en los inquietos corazones de los humanos comienza a anidar un noble sentimiento fraternal de solidaridad, porque, en efecto, comienza el mes de Mayo y compases de Gloria marcan los nuevos senderos del caminar cristiano.
Gloria, porque el Hijo de Dios ha resucitado; Gloria, porque una Cruz victoriosa nos ha enseñado la verdadera doctrina del amor, liberándonos de las amargas cadenas del pecado; Gloria, porque en el madero dejaste escrito, Señor, con la pluma del sufrimiento, el camino de nuestra salvación; Gloria, mi Dios, porque sé que estás con nosotros.
Eres, Señor, el agua bendita de la primavera que calma la sed de los necesitados; el Sol que ilumina la oscura senda por donde camina inquieto mi pensamiento; torrente de amor que transporta mis sueños en un viaje eterno de espuma, canela y sal. Tu Cruz es la fuente donde yo bebo la fe; tu sangre es el mar donde navego; tu rostro, que habita en la tierra que me vió nacer, es un manantial eterno de bien.
Y en este tránsito hacia un Pentecostés ya próximo que iluminará nuestras almas y respirando Tu Gloria, Málaga se prepara para exhaltar el mensaje de la Cruz, y lo hace con la alegría de tu resurrección y con la promesa de vida eterna que dejaste impresa en el madero; y en esta celebración no pueden faltar las flores, que es el tesoro más precioso que le ofrecen los enamorados a sus amores; flores de esta bendita tierra malacitana, jardín del Edén donde el olor del azahar es más intenso, el del jazmín más profundo y el lirio más bello.
Y con los aromas de estas flores, Málaga levantará una Cruz en lo más alto de sus Montes, que sea “Farola” que guíe el rumbo de los navegantes perdidos, y se divise desde la lejanía, de noche y de día, desde la mar más alta, desde la tierra más lejana, que lo sepa todo el mundo, que aquí no falta la Luz, porque ésta es tierra cristiana, en la que se venera la Santa Cruz.
Málaga se viste de guapa para recibir la primavera; una Málaga que como diría Leopoldo García Sánchez, sigue siendo marenga y cantaora, de cenacheros remangaos y paseos por la farola. Hoy, más que nunca, la espuma de las olas de este Mediterráneo azulado, llega hasta las riberas de nuestros corazones para hablarnos de una Málaga solidaria, donde nadie, nadie, se siente extraño; una Málaga marinera, de luz y color, donde el sol encontró su morada definitiva; una Málaga cautivadora, que desprende aromas de biznagas de jazmín.
Pero también, una Málaga cristiana, nazarena y mariana, que me acogió como hijo adoptivo bajo el manto protector de Su Santa Patrona, la Virgen de la Victoria, por cuya divina voluntad, mis dos hijas son malagueñas.
Una Málaga, que sabe interpretar, con profundos sentimientos cristianos, el drama del Calvario, y que pasea por la Vía Dolorosa de sus calles, cada Semana Santa, con respeto y devoción sentida, los diferentes maderos que cargan sus venerados Cristos. Y sus cruces son distintas, porque distintos son los pecados que han provocado tu muerte, Señor.
AGRADECIMIENTOS
Gracias, por el privilegio de hablaros en este santuario sanjuanista de tantos sabores cofrades. Iglesia de San Juan,
Cuantas ilusiones nazarenas se esconden en tus capillas.
Cuantas promesas silenciosas se arrodillan
ante tus Cristos inmortales,
ante tus Dolorosas de lágrimas de cera
y de palios celestiales.
Y es que, hasta tu misma advocación nos traslada ante el drama del Gólgota. Fue San Juan el único de los doce que te acompañó en la Cruz, en cada una de las Cruces que aquí se veneran. En él inició María su misión Corredentora, que le fue impuesta en la Cruz por su Hijo agonizante.
Por esta tribuna han pasado ilustres personalidades de diferentes ámbitos de la vida malagueña, que con nobles sentimientos han sabido exhaltar las verdades que trascienden del símbolo más universal del cristianismo. Por ello, permitidme que, con la modestia de un hermano de a pie y sin más título ni reconocimiento que aquél que me confiere la devoción que profeso por la Cruz de Cristo, dedique un sentido homenaje a todos aquellos que me han precedido en tan alta misión, y sobre todo, a los que ya no están físicamente con nosotros. Ellos, que entendieron como nadie el verdadero sentido de la Cruz, supieron en cada momento de sus vidas predicar las bondades que el Maestro enseñara mientras anduvo por las sendas de Palestina: FE, AMOR, ESPERANZA Y PERDON.
Porque de la fe hicieron su estandarte;
del amor su profesión;
en la esperanza vieron un baluarte,
y al prójimo concedieron el perdón.
Mi querido amigo Alberto. Gracias de corazón por tus sentidas y emocionadas palabras.
Cuando se tiene la dicha de compartir tu amistad la vida cobra una nueva dimensión. Y es que sabes descubrir y admirar la grandeza que encierra las cosas sencillas y la sencillez que se esconde en las más barrocas y complicadas.
Hablar contigo es perderse en un sueño eterno de admiración. Es adentrarse en un mundo dominado por la sensibilidad más sublime, por la dulzura en la descripción de las devociones, por la sinceridad de las propias convicciones, por el amor hacia todo aquello que tiene vida y transmite un sentimiento.
Cuando tu hablas, los volantes del alma rasgan el viento desangrándolo en mil colores. Cuando te escucho, siento que todo es cante, hasta el dolor más profundo, hasta el silencio más tímido, hasta la pena más ancha.
Tu ilusión por la vida ahoga la amargura de los tristes y aplaca el furor del pesimismo. La nobleza de tus sentimientos abre de par en par las ventanas de mis cinco sentidos.
Tu cuna jaenera está tan enraizada en el fondo de tu corazón, que sigues guardando en el, envueltos en manto de terciopelo, los recuerdos más entrañables de tu niñez, cuando a la sombra del Templo que cobija el Sagrado Rostro ensangrentado de Nuestro Padre Jesús “El Abuelo”, aspirabas los aromas de incienso y cera que te enviara el viejo Jabalcuz en tiempos de cuaresma, y que te hicieran soñar con túnicas nazarenas, con tambores de pasión, con tronos de misterios y palios de dolor.
Que la Blanca Paloma, nuestra Virgen del Rocío, la Madre de Dios que habita en la marisma, te de aliento para que sigas siendo el mejor heraldo de su advocación rociera, porque nadie como tú le ha dicho tantas cosas bonitas a la Señora, y nadie como tu ha cantado a los cuatro vientos sus glorias y alabanzas, y es que, querido Alberto, por tus venas caminan en capachos cargados de romero, el arte, la gracia y el señorío de los viejos rocieros.
Y hoy, tan cerca ya de un nuevo Pentecostés, con la imagen plasmada en mi pensamiento de una Cruz elevada en la espadaña de una Ermita marismeña de paredes blanqueadas, quiero deciros que ya sueño con ir por las sendas de la Rocina, y una vez ante Ella, gritar con fuerza, ¡Dios te Salve Rocío! Bendice a tus hijos fusionados.
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Nací en una tierra hermana, donde la mano de Dios dibujó con maestría la belleza sin par de unos olivos milenarios. Mis recuerdos me transportan a una vieja ciudad, asentada a la sombra del Castillo de Santa Catalina, eterno centinela en cuya cumbre dibuja el Cielo una blanqueada Cruz que da protección y amparo a los hijos del Santo Reino.
Desde la cima, la Cruz, erigida por el Rey Santo, domina campiñas y olivares y su presencia se deja sentir en una Ciudad de viejas calles empinadas, que como torres de Babel, fueron construídas en alto, para estar más cerca del Todopoderoso.
Otra Cruz llena mi vida con verdadera pasión. La de un imponente Nazareno que lleva tantos años paseando su agonía, cada madrugada de Viernes Santo, por las acantonadas calles de mi Jaén, que de viejo le llaman “Abuelo” y tan pesada es su carga que va con su cuerpo humillado, y la cabeza agachada, para que no le vea su Madre, que ya ha sufrido bastante y sabe que le está esperando por cualquier callejuela, destrozadita de dolor.
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Que honor tan grande para un cristiano poder reflexionar en voz alta en torno a la Santa Cruz. Pero es claro que, por mucho que me afane, habré de dejar en el tintero de mi pensamiento aquellos sentimientos y emociones nacidos a la sombra de una Cruz, imposibles de transmitir con la palabra, porque están bien escondidos en lo más profundo de mi corazón.
Como expresar el recuerdo entrañable de una madre enseñando al hijo a santiguarse; la ilusión de una Cruz plateada colgada de un pecho infantil en día de Primera Comunión; la imagen emotiva de unos padres arrodillados ante un Crucificado en silenciosa conversación, tras la Misa dominical; la amargura de nuestro primer encuentro, en tiempos de Semana Mayor, con un Cristo que pasea su agonía por las calles de nuestra Ciudad; la tristeza del crucifijo de un féretro donde descansa para siempre un ser querido.......
Y es que, desde el Bautismo, la Cruz se constituye en nuestra señal de identidad cristiana, que nos recuerda permanentemente quienes somos, de donde venimos y hacia donde vamos, y sobre todo, nos enseña, la doctrina que ha de presidir nuestros actos en cada momento de nuestras vidas, que no es otra que la del amor al prójimo. La Cruz es amor y quién no sea capaz de entenderlo no merece ser llamado cristiano.
“Ama y haz lo que quieras”, diría San Agustín.
Que iniciativa tan loable la de esta Hermandad Sacramental de dedicar un acto tan emotivo como el presente para ensalzar un símbolo de tanta significación cristiana como es la Santa Cruz. No es para menos, si tenemos en cuenta que, de un lado, en el Santuario Fusionado de la Iglesia de San Juan se custodia la reliquia sagrada del “Lignum Crucis”, parte del leño que, como testigo mudo de la Redención, empapó la sangre de Cristo, recogiendo de su divino Cuerpo su último vestigio humano; y de otro lado, no podemos olvidar que la Estación de Penitencia de las Reales Cofradías Fusionadas constituye una auténtica proclamación de la Cruz como símbolo indiscutible del cristianismo, en el que se plasman las verdades que dimanan de la doctrina que Cristo nos enseñó: Amor, Fe y Esperanza. Tres cruces proclaman estas tres verdades: Exaltación, Animas y Vera+Cruz.
Amor en los ojos de Cristo exaltado en la Cruz, que, en la agonía de su injusto tormento, es capaz aún de perdonar a sus verdugos.
Exaltado en el santo madero,
cual si fuese sagrada visión,
ves al hombre-¡tu imagen!-que artero
lleva a cabo la horrenda traición.
¡Y Tú, el hijo del Dios justiciero,
para el hombre suplicas perdón!
(Antonio Alcalá Venceslada)
Y es que con tu exaltación, Señor, ha culminado un proceso injusto, que empezó en una capilla de esta Iglesia donde atado a una columna, la ira despiadada de unos crueles sayones te azota sin compasión.
Padre Jesús de Azotes y Columna.
Señor: ¡qué extraña comedia,
ésta en que de forma tal,
queda libre el que hace el mal,
y preso El que lo remedia!
¡Qué juicio disparatado,
éste, que deja Señor,
suelto al Odio, y al Amor
con tales cuerdas atado!
Al espanto cedo vez,
¡Ay, Cristo mío! cuando veo
que corre a su antojo el reo,
que queda en prisión el Juez.
¿No ves que están, ojos bellos,
nuestros papeles mudados?
¡Siendo yo el de los pecados
aTí te prenden por ellos!
Siendo yo quién cometí
tantas calladas locuras,
esas crueles ataduras,
me vienen mejor a mí.
Pero tus manos serenas,
si tantos bienes hicieron
¿por cual de ellos merecieron
el peso de las cadenas?
(Felipe Molina Verdejo)
Fe, en que tu plácida muerte, Cristo de Animas, no sea vano sacrificio sino fiel promesa de redención, de gloria, de salvación.
Vengadores, el agua y el fuego,
dan al mundo su negro capuz
mientras ese Cristo de Animas de Ciegos,
nos redime expirando en la Cruz.
Padre: “el alma en tus manos entrego”,
dice, y vuela al Edén de la Luz.
(Antonio Alcalá Venceslada, adaptación)
Esperanza en que, tu resurrección, Cristo de la Vera+ Cruz, sea nuestra resurrección. Lánguida es tu muerte, frío es tu rostro. Que sólo estás, Señor, que ya no te alcanza ningún rayo de luz; ¿Quién te ha abandonado Cristo de la Vera+Cruz?
Aunque es Cristo en esencia divino
en su carne ha clavado el dolor
lancinantes agujas de espino;
más aún sufre tormento mayor
al pensar que en su triste camino
lo abandona su Padre y Señor.
(Antonio Alcalá Venceslada)
Decir Vera+Cruz es decir penitencia, camino, sufrimiento y dolor; decir Vera+Cruz es decir humildad, pasión, leño ensangrentado, promesa de redención, caballero cruzado, silencio y oración. Decir Vera+Cruz es decir amor y decir perdón.
Es decir...........Fusionados
Es decir...........verdi-negro corazón.
Cristo de la Vera+Cruz,
luminaria sanjuanista,
deja que mi boca bese
las dos llagas de tus manos;
deja que caiga a tus plantas
Padre y Señor, que mis labios
llenos de tierra y de lodo
caminen tras de tus pasos
a ver si puedo limpiar
de este modo mis pecados.
Pero aún hay más. Hay tristeza y alegría en el Arbol de la Vida en el que está clavado el Santísimo Cristo de la Redención. Tristeza en la angustia de su muerte. Alegría en la promesa de su advocación. ¿Fue acaso otra la razón de tu Muerte Señor?.
****************************
Uno de los hermanos que me precedieron en esta tribuna fue mi amigo Andrés Oliva. De su mano entré en las Reales Cofradías Fusionadas. El me enseñó a descubrir la dulzura que esconde el rostro inmóvil del Santísimo Cristo de Animas de Ciegos, y la mirada resignada que eleva al Cielo un Cristo exaltado en la Cruz, y la paz que refleja en su cara la humilde figura del Salvador clavado a una Santa Vera+Cruz.
En ti, Andrés, se hizo realidad la verdad del dicho:
Lo dí todo y no me pesa
porque amor es darlo todo
sin esperar recompensa
Para tí me recuerdo especial.
Tu Cristo de Animas se siente solo.
la campana de su trono se quebró
al sentir el último golpe
que de tu mazo salió.
Miércoles Santo Fusionado
dos cruces clavadas en mi corazón;
una, la de mi buen amigo recordado,
otra, la de su muerte, Señor.
Desde el campanil del Cielo,
en cada Miércoles Santo,
se oirán campanas de gloria,
suspiros, lamentos, llantos.
Encerrados en muda emoción,
con el alma enlutada de pena,
negros capirotes, túnicas de cola,
espartos de amor.................
rezan sin que se oiga,
la oración que el Hombre
al hombre enseñó.
El aire se detiene en cada esquina
cuando tu voz doliente desde la altura
grita temblorosa de amargura
como dardo hiriente que ilumina:
¡ Que no vuelva a morir ese Cristo
sobre la Cruz clavado!
¡ Que baste la tristeza
con que nos ha mirado!
Y con angustioso nudo en mi garganta
recogeré sumiso tu voz cautiva,
que la emoción que mi fervor levanta
te recordará por siempre, amigo, Andrés Oliva.
Es el mes de Mayo; el mes de la Santa Cruz, el de las flores... y el de la Madre de Dios.Y es que María, en la Cruz también fue Madre de Dios, y como Madre consoló a su Hijo a los pies del madero, hasta que su bendita boca exhaló el último aliento; María es la Señora Inmaculada que acompañó a su Hijo humildemente durante su vida pública; la que escuchó diligentemente la palabra de Dios y la guardó en precioso relicario en lo más hondo de su corazón; y fue en la Cruz, con su alma traspasada por el dolor, donde escuchó con resignación las palabras del Salvador: “Mujer, ahí tienes a tu hijo...”, convirtiéndose a partir de este momento en Madre y Corredentora de todos los hombres.
Sollozando, de pena transida,
ya la Virgen se acerca a San Juan,
que con su alma de pena encogida
la abraza con férvido afán:
Y cobijada bajo palios de dolor o elevada en tronos plateados de gloria, nosotros, sus hijos en la Cruz, la llamamos Madre, y le lloramos en tiempos de pasión en altares perfumados de azahares, donde las velas consumen con tristeza la pálida luz que refleja su rostro dolorido, y le cantamos en tiempos de gloria, a los pies de un Simpecado embriagado con esencias de tomillo y romero, que se arrastra suavemente por dormidas arenas marismeñas,
Por ello, permitidme antes de continuar, que de satisfación a un sentimiento mariano que me brota de lo más hondo de mis entrañas, y te diga a Ti, Madre del Mayor Dolor,
¡Señora! ¡Mírame...! Te quiere tanto
mi pecho rebosante de amargura,
que busca en tu bondad y en tu dulzura
el consuelo inefable de su llanto...
Mísero pecador lleno de espanto,
presiento del infierno la tortura
si Tú, Madre amorosa, Virgen pura,
no me proteges con tu dulce manto.
Dame, pues, bondadosa ese consuelo
que sediento de amor pido y anhelo...
Y, de fervores y de emoción deshecho,
yo gozaré sufriendo, enternecido,
el dolor penetrante y encendido
de los siete puñales de tu pecho.
(José de la Vega Gutiérrez)
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Pero en Mayo, tu Cruz, Señor, está desnuda, porque ya han descolgado tu cuerpo inerte. Es una Cruz solitaria y victoriosa que perfumada con la fragancia de las flores de la primavera, nos recuerda que has resucitado y que corren tiempos de gloria. Con ese cruel instrumento de tortura nos has redimido. Has perdonado nuestros pecados. Ya no es Cruz de Pasión, es Cruz de Redención.
Ahora no queremos ver en el madero tanto sufrimiento, Señor, sino Perdón, Alegría, Amor, y hago mías las palabra del poeta, porque no quiero cantar a ese Jesús del madero sino al que anduvo en la mar, y curó enfermos, resucitó a Lázaro, multiplicó la escasa comida para saciar al gentío, calmó tempestades, predicó en el desierto, consoló a los pobres, amó a los niños, perdonó a los pecadores y llamó bienaventurados a los pobres de espíritu, a los afligidos, a los misericordiosos, a los sedientos de justicia, a los limpios de corazón, a los pacificadores, a los perseguidos por causa de la justicia......
Ese Jesús que puso su otra mejilla cuando fue injuriado, al que amó a sus enemigos y perdonó a sus verdugos, al que dió su vida por Amor y prometió la vida eterna, proclamando un mandamiento nuevo: “Amaos los unos a los otros, como Yo os he amado”.
Y es que, como diría San Bernardo, “la medida del Amor de Dios es no tener medida, porque siendo infinito su objeto, no debe tener límite alguno”.
Decir Cruz es decir Redención. Es perdón de los pecados, es resurrección y vida eterna. Y también, decir Cruz es decir Amor. Por ello, siendo la Cruz símbolo del amor cristiano, yo quiero, Señor, que tu Cruz esté presente allí donde reina el odio, la maldad, la angustia, el dolor y la desesperanza.
Que se deje sentir su presencia entre los más necesitados de tu cariño: los enfermos, los pobres, los que se refugian en el mundo de la droga con la incomprensión de los demás, los reclusos, los niños maltratados y explotados, las minorías étnicas sometidas a persecución y los que sufren las calamidades de la guerra.
Tu, Señor, que en el Sermón de la Montaña, anunciaste felicidad y dicha para los afligidos, los pobres de espíritu y los perseguidos, consiente, que, la doctrina del amor que en vida predicaste y la promesa de redención que con tu muerte ofreciste, lleguen hasta los más necesitados de tu refugio y amparo, bajo la sombra de la Santa Cruz.
Ya que carecen de alimento, ¡que no les falte amor!
Ya que no son tratados con justicia, ¡que no les falte amor!
Ya que están enfermos, ¡que no les falte amor!
Ya que están privados de su libertad, ¡que no les falte amor!
Pero también la Cruz significa compromiso cristiano, ¿o es que nuestro sentimiento y amor por ella se van a conformar con el culto público que le ofrecemos en días de Semana Santa tras una Cruz Guía? Quiero hacer mías las palabras de Andrés Oliva cuando, reflexionando en torno a la Cruz, dejó escrito lo siguiente:
“....estamos convencidos de que, como cofrades cristianos, hemos de soportar con el hermano la Cruz de cada día y en ella ser crucificados. La dimensión humana del infortunio es algo que no nos es ajeno, antes al contrario nos sentimos familiarizados con las tribulaciones y los sufrimientos, y el cofrade, cual Cirineo, ha de ayudar a los demás a portar su Cruz, compartiéndola con el que sufre, el que tiene hambre, el maltratado, el preso y el marginado”.
Esta ha de ser nuestra Cruz, sencilla, solidaria, caritativa, complaciente, tolerante, comprensiva, consoladora, justa y sobre todo, humilde.
Esa es la Cruz que concibiera el poeta León Felipe, escribiendo palabras tan hermosas como éstas:
“Nada se ha inventado sobre la tierra más grande que la Cruz. Está hecha a la medida de Dios, de nuestro Dios, y hecha también a la medida del hombre.
Hazme una Cruz sencilla carpintero,
sin añadidos ni ornamentos,
que se vean desnudos los maderos,
desnudos.... y decididamente rectos
los brazos hacia la tierra
el astil disparándose a los cielos;
que no haya un solo adorno que distraiga este gesto,
este equilibrio humano de los dos mandamientos.
Sencilla, sencilla. Hazme una Cruz sencilla carpintero.”
Y en este ejercicio amoroso que es la proclamación de la Cruz, no estamos solos, porque Cristo está con nosotros. El es el Amor, y El está en nuestro interior.
Ya lo dijo San Pablo: “ No está lejos de cada uno de nosotros, porque en El vivimos, nos movemos y somos”.
Y siempre San Agustín , con bellas palabras lo dibujó: “ Buscaba yo, Señor, fuera de mi al que tenía dentro de mi”.
Busquemos, pues, en nuestro interior para encontrar la Cruz de Dios, es decir, nuestra Cruz, nuestro Amor.
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Y aunque la Cruz en que murió el Nazareno fuera humilde y tosca, no debe extrañar que sus hijos la hayamos revestido y adornado con las joyas y metales más preciosos, porque no dejan de ser ofrendas a Dios Nuestro Señor.
Recordad las palabras del Antiguo Testamento:
“ Y dijo Dios a Moisés: Di a los hijos de Israel que me traigan ofrendas; vosotros las recibiréis para mí, de cualquiera que de buen corazón las ofrezca; oro y plata, púrpura violeta y escarlata, lino fino, madera de acacia, aceite para las lámparas, aromas para el óleo de unción y para el incienso aromático. Hazme un Santuario y habitaré entre ellos.”
Pero estén adornadas de los más ricos tesoros o cubiertas con la más humilde corteza, construídas con herramientas barrocas de los más afamados artístas o talladas con las propias manos de un humilde carpintero, perfumadas con los delicados aromas de las flores más exóticas o embriagadas con el olor sincero de la resina que brota por las heridas de un pobre leño desangrado, la Cruz siempre tendrá un único mensaje de amor cristiano.
Que no se olviden de ello los que sólo atienden al valor artístico del símbolo de la Cruz, sin apreciar la dimensión cristiana de su significado.
Pero en tu Cruz, Señor, se consumó la más grande de las injusticias cometidas por el hombre. Por ello, la Cruz es también signo de justicia. No podemos olvidar que una balanza también tiene forma de Cruz. La doctrina del amor al prójimo es el Código más bello y justo jamás concebido.
Yo te imploro, Cristo de la Vera+Cruz, Supremo Juez Divino, que al final de nuestros días, cuando vestido con toga de púrpura celestial vengas a juzgar a vivos y muertos, tengas piedad de los que, como yo, nos dedicamos a administrar la justicia humana y sepas perdonar todo el mal que hemos podido causar en virtud de un poder otorgado por los hombres y a veces, arbitrariamente administrado. Porque, sentencias injustas como aquella que te llevó a la Cruz, siguen dictándose, mi Dios.
Esta justicia está tan alejada de la tuya, que la palabra compasión no existe. Nuestra justicia está deshumanizada y alejada de los que más la necesitan. Para los hombres, Señor, el amor y la caridad no son conceptos jurídicos sino morales, olvidando que la última y definitiva justicia es el perdón.
Y San Agustín nos lo recordó: “Donde no hay caridad no puede haber justicia”.
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El tiempo en esta Iglesia no se mide por un reloj de arena sino por los cirios que se consumen en cada capilla, a los pies de un Crucificado. Mi tiempo se ha consumido con mayor rapidez, porque la palabra es materia y la llama del cirio es luz de Fe imperecedera.
Sólo me queda, Cristo de Animas de Ciegos, abrazarme a tu Cruz y esperar a tus pies que llegue la hora en que recojas mi alma y la coloques en el crucifijo de tu balanza divina.
Te pido Señor, que no tengas en cuenta entonces la dimensión de mis pecados sino la de tu generosidad e infinita bondad.
Mientras tanto, agarrado a tu madero, miraré sereno tu dulce rostro y en silencio, con voz temblorosa, te diré:
Que con tu muerte tu naciste,
y en la Cruz nos enseñaste
lo que en vida prometiste:
Que no hay más justicia que el perdón.
Que no hay más Ley que el Amor.
Muchas gracias. Málaga, 1 de Mayo de 1.999
Etiquetas:
Exaltaciones a la Cruz
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