Realmente y es una frase muy oída, el Camino, te hace, no sé explicar el porqué, la magia, quizás el embrujo, tal vez la dureza tanto física como psicológica, esa lucha contigo mismo para salvar no sólo las etapas y kilómetros a realizar, es esa llamada que todos tenemos pendientes de realizarnos a nosotros mismos, perdidos en bosques mágicos, donde a veces no podemos ni ver el cielo, en duras rampas donde parece que estás más cerca de ese Dios que te llama, para plácida y tranquilamente conversar con Él, sin prisas, o como en esos descensos donde bajas a tus propios infiernos para escarbar, buscar y pagar por lo mal que uno suele hacerlo en el día a día. Aprendes a ser esa persona, aprendes que como tú, cada uno se busca a sí mismo, en las caras de todos esos peregrinos se refleja al igual que en la tuya, la búsqueda de ese Yo, perdido en banalidades diversas y que por fin espera encontrarse consigo mismo. En esas caras se ve quién realmente lo ha conseguido y quién tendrá que buscar otra forma de hacerlo.
El Camino es una torre de Babel, donde con un solo gesto, una mirada, una sonrisa, un ‘buenos días’, te hace comprender que todo es posible, sólo nos hace falta la voluntad y el sacrificio necesario.
También aquí igual que en la vida existen los tramposos, personas cuyo principal objetivo es llegar a la meta de cualquier forma, ellos si hacen el Camino, a esos fulleros el Camino no les hace realmente es una pena por la maravillosa oportunidad que desperdician.
La convivencia es elemental y tengo a gran orgullo reconocer que he tenido la mejor compañera para realizarlo, enseñándote, cuidándote, animándote, preocupándose, realmente lo que cualquier persona desearía y soñaría para realizar ese duro y gratificante reto personal.
Las imágenes, una vez acabado van pasando lentamente por mi cabeza, desde la llegada a Ponferrada, donde por supuesto nuestro Piki se encargó de enviarnos a recoger, hasta la imagen del primer albergue, la primera salida desde aún el anochecer impedía que pudieras andar con cierta desenvoltura, la flor que te encuentras durante el Camino, los valles impresionantes, imágenes irrepetibles y de una belleza sin igual.
La espiritualidad, una parte fundamental del Camino, donde en cualquier recodo de una bajada o pendiente, te encuentras casi sin saberlo con pequeños altares realizados por esos peregrinos que igual que tú, sienten la necesidad de expresar de la forma más humilde del mundo con pequeñas flores recogidas de los alrededores, con pertenencias del propio peregrino, con guijarros, el pesar por ese peregrino desaparecido o una ofrenda en las más humilde de las capillas existentes. No podría dejar de pasar el enorme gozo experimentado por estos peregrinos cuando el padre Valentín nos envía un sms con palabras de apoyo, la emoción en ese momento de la etapa nos embriagó, fue una inyección moral difícil de superar.
La filosofía del Camino, te enseña a cuidarte, cultivarte en todos los sentidos, a no mirar de lado cuando te encuentras con alguien con problemas, el peregrino es solidario, sí, no se podría concebir de otra forma el Camino, por ello piensas en ocasiones lo difícil que tuvo que ser para esos peregrinos que desde siglos atrás nos precedieron, para los que los cruceiros y las espadañas de las pequeñísimas iglesias de las aldeas eran su referente.
Para un sureño poco acostumbrado a salir, los aromas del Camino son también dignos de mención. No, allí no huele a azahar, sin embargo cuando entras en algunos de sus parajes, bosques, te embriaga el aroma que desprenden (avellanos, castaños, robles, manzanos, eucaliptos, viñedos, moras).
Para los que habéis realizado el Camino, quizás coincidamos en algunas de las vivencias aquí relatadas, a los que no, no perdáis la oportunidad de realizarlo, el Camino engancha, y termino igual que al comienzo con una de las frases más oídas al final de la peregrinación a la Casa del Apóstol, el verdadero Camino comienza ahora.
El Camino es una torre de Babel, donde con un solo gesto, una mirada, una sonrisa, un ‘buenos días’, te hace comprender que todo es posible, sólo nos hace falta la voluntad y el sacrificio necesario.
También aquí igual que en la vida existen los tramposos, personas cuyo principal objetivo es llegar a la meta de cualquier forma, ellos si hacen el Camino, a esos fulleros el Camino no les hace realmente es una pena por la maravillosa oportunidad que desperdician.
La convivencia es elemental y tengo a gran orgullo reconocer que he tenido la mejor compañera para realizarlo, enseñándote, cuidándote, animándote, preocupándose, realmente lo que cualquier persona desearía y soñaría para realizar ese duro y gratificante reto personal.
Las imágenes, una vez acabado van pasando lentamente por mi cabeza, desde la llegada a Ponferrada, donde por supuesto nuestro Piki se encargó de enviarnos a recoger, hasta la imagen del primer albergue, la primera salida desde aún el anochecer impedía que pudieras andar con cierta desenvoltura, la flor que te encuentras durante el Camino, los valles impresionantes, imágenes irrepetibles y de una belleza sin igual.
La espiritualidad, una parte fundamental del Camino, donde en cualquier recodo de una bajada o pendiente, te encuentras casi sin saberlo con pequeños altares realizados por esos peregrinos que igual que tú, sienten la necesidad de expresar de la forma más humilde del mundo con pequeñas flores recogidas de los alrededores, con pertenencias del propio peregrino, con guijarros, el pesar por ese peregrino desaparecido o una ofrenda en las más humilde de las capillas existentes. No podría dejar de pasar el enorme gozo experimentado por estos peregrinos cuando el padre Valentín nos envía un sms con palabras de apoyo, la emoción en ese momento de la etapa nos embriagó, fue una inyección moral difícil de superar.
La filosofía del Camino, te enseña a cuidarte, cultivarte en todos los sentidos, a no mirar de lado cuando te encuentras con alguien con problemas, el peregrino es solidario, sí, no se podría concebir de otra forma el Camino, por ello piensas en ocasiones lo difícil que tuvo que ser para esos peregrinos que desde siglos atrás nos precedieron, para los que los cruceiros y las espadañas de las pequeñísimas iglesias de las aldeas eran su referente.
Para un sureño poco acostumbrado a salir, los aromas del Camino son también dignos de mención. No, allí no huele a azahar, sin embargo cuando entras en algunos de sus parajes, bosques, te embriaga el aroma que desprenden (avellanos, castaños, robles, manzanos, eucaliptos, viñedos, moras).
Para los que habéis realizado el Camino, quizás coincidamos en algunas de las vivencias aquí relatadas, a los que no, no perdáis la oportunidad de realizarlo, el Camino engancha, y termino igual que al comienzo con una de las frases más oídas al final de la peregrinación a la Casa del Apóstol, el verdadero Camino comienza ahora.
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