martes, 20 de mayo de 2008

XXIV Consideraciones en torno a la Cruz (Juan María Martín Vergara)


Señor don Francisco García Mota, Deán de la S.I.C.B.
Señor don Jesús Castellano Guerrero, vicepresidente de la Agrupación de Cofradías de Semana Santa de Málaga.
Señor don Eduardo Rosell Vergara, hermano mayor de las Cofradías Fusionadas y demás miembros de la Junta de gobierno de las Cofradías Fusionadas.
Hermanos y Cofrades, amigos todos.

En primer lugar quisiera dar las gracias, aunque resulte un tópico, a las Cofradías Fusionadas por haber tenido la idea de elegirme para hoy estar en este atril para hablar de la Cruz. Que duda cabe que a todos en nuestro corazoncito estos actos y designaciones nos enorgullecen, aunque públicamente neguemos esta realidad. Pero el motivo de agradecer a la cofradía mi designación es más de tipo personal, pues como consecuencia de ello, al tener que prepararlo y escribirlo, he tenido que leer, releer e interpretar multitud de textos, textos que me han hecho recapacitar sobre el significado de la Cruz, lo que para mi ha supuesto una auténtica experiencia gratificadora y, supongo, de crecimiento personal. Así que gracias a los integrantes del grupo de Vera+Cruz por la propuesta y a la Cofradía por admitirla.
En segundo lugar he de agradecer las palabras que mi presentador ha dicho, como en una ocasión pretérita ya dije, creo que sus palabras salen más de su corazón movidas por la amistad que nos tenemos. Gracias Pepe.
No me adornan entre mis cualidades la poética ni el don de la declamación, tan sólo soy un mero aprendiz de investigador, y además investigador consorte.
Cuando nos acercamos por primera vez al significado de la Cruz, una de las primeras ideas que te asaltan es que los “cristianos” tenemos por símbolo un medio de tortura y muerte, y así debieron entenderlo los primeros creyentes pues utilizaron otros símbolos para identificarse tales como el pez, el buen pastor o el cordero.
Antes de la Pasión de Cristo la Cruz connotaba vileza, aridez, ignominia, tenebrosidad, muerte y hedor.
Vileza porque las cruces se confeccionaban con materiales de ínfima clase.
Aridez, porque el suelo del monte Calvario era estéril.
Ignominia, porque la crucifixión constituía un género de suplicio generalmente aplicado a los ladrones.
Tenebrosidad, porque la cruz era un instrumento siniestro y feo.
Muerte porque los crucificados inevitablemente morían.
Cuando somos capaces de sobrepasar esta primera impresión toda esta parte oscura y siniestra que a primera vista puede representar la cruz se convierte por el contrario en una luminosa realidad que nos transforma.
La transformación del significado de la cruz ocurre cuando nos acercamos a ella tras comprender que es un símbolo de amor, un símbolo del amor que Dios tiene a los hombres. Cuando no se llega a comprender este significado ocurre como nos dice San Pablo “…también los judíos piden milagros y los griegos buscan sabiduría, nosotros, en cambio, predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los gentiles”.
Ya he confesado que tan sólo soy un aprendiz de investigador, un pobre plumilla, de tal modo que las consideraciones que expondré ante tan respetable y entrañable público girarán sobre la historia de la Cruz y de nuestra Hermandad para finalizar con unas reflexiones entorno a la Cruz.
Uno de los más preciados objetos que posee las Cofradías Fusionadas, sino el más importante, es una reliquia de la Santa Vera Cruz, reliquia que vino hasta la cofradía gracias a la mediación de Rvdo. Padre Federico Gutiérrez en el año 1.984.
La historia de la Vera-cruz y los avatares por los que ha pasado es una mezcla de la historia, la leyenda y la tradición. Y si me lo permiten haré una sucinta referencia a la misma.
Durante los primeros siglos de nuestra era, la existencia de la Vera+Cruz no era un tema en el que se prestara mucha atención, incluso podemos imaginar que los primeros cristianos vieran con cierta aversión el medio por el que se dio muerte a nuestro Señor, debiendo esperar hasta los inicios del siglo IV para que ésta haga su reaparición en la historia.
En las orillas del Danubio, los pueblos bárbaros, esperaban el momento de asaltar las fronteras del Imperio Romano, eran los tiempos en que gobernaba el imperio Constantino. No debían ser muy favorables las perspectivas del emperador dada la asimetría de medios de ambos bandos, según se nos cuenta. Constantino sintió un miedo extraordinario y aquella noche mientras dormía tuvo un sueño.
Un ángel, tras despertarlo, le mostró una señal que había aparecido en el cielo, dos luminosos rayos de luz se entrecruzaban y formaban una Cruz. Junto a ello se podía ver una inscripción que parecía formada por letras de oro y que decía “In hoc signo vinces” (Con esta señal, vencerás). A la mañana siguiente, tras consultar su sueño con sus colaboradores, el emperador mandó construir una Cruz y a modo de estandarte la puso al frente de sus tropas portada por un abanderado. Comenzada la batalla la suerte sonrió a Constantino y sus tropas, quienes consiguieron vencer a sus enemigos pese a la desproporción existente entre sus fuerzas.
Tras la batalla, Constantino se preguntaba cuál era el significado de este nuevo signo que le había sido tan propicio en la batalla, de esta forma reunió a los sacerdotes de las distintas religiones del imperio, así como a los que servían en los diversos oráculos para interrogarles sobre ello; sin embargo éstos no supieron darle una explicación.
Los únicos que sabían el significado de aquello eran los cristianos, pero éstos no era bien vistos por los gobernantes ni por los sacerdotes de las otras religiones, aunque finalmente fueron preguntados por el significado de aquel suceso y estos instruyeron al emperador en el significado y misterio de la Santa Cruz y la fe en la Trinidad.
Constantino envió a su madre santa Elena a Jerusalén, a buscar la santa Cruz, una vez en tierra Santa, santa Elena convocó una asamblea de sabios judíos a fin de que estos les informasen del paradero de la Cruz, entre ellos se encontraba uno llamado Judas que era depositario de una tradición o secreto familiar, tenían el conocimiento del lugar donde ejecutaron a Cristo y donde se encontraba oculta la Cruz.
Tras preguntar Elena a los judíos convocados, estos negaron cualquier conocimiento pero tras ser amenazados con la hoguera, señalaron a Judas como el único conocedor de este asunto. Judas inicialmente no respondió a los requerimientos de Elena y como método coercitivo fue arrojado al interior de una cima sin alimentos ni agua a fin de ir debilitando su voluntad, lo que ocurrió al llegar el séptimo día.
Judas condujo a Elena hasta un templo dedicado a la diosa Venus por orden del emperador Adriano, que lo mandó edificar con el fin de alejar del lugar a los cristianos. Santa Elena, mandó demoler el templo y arrasar todo el terreno, y el judío Judas señaló el lugar donde se encontraba la cruz, tras excavar en el lugar señalado aparecieron tres cruces.
¿Cómo distinguir la verdadera Cruz de Cristo?. Santa Elena estaba convencida de que un prodigio o algo maravilloso daría la solución; en este punto nuevamente aparecen distintas versiones, bien que al poner sobre la cruz el cadáver de un joven, éste resucitó, o en otras versiones la curación de una mujer agonizante; otra versión es mucho menos prodigiosa pues fue reconocida por Macario, obispo de Jerusalén, por el letrero que Pilatos había mandado clavar en su cabecera.
Tras su descubrimiento, uno de los trozos de la Cruz fue remitida a Roma, al emperador Constantino, y la otra quedó en Jerusalén guardada en una arqueta de plata, a la vez que en el lugar del hallazgo se edificó una iglesia donde se conservó el trozo de la cruz.
Años más tarde, en el 615, el rey Cosroas, rey de los Persas conquistó la ciudad de Jerusalén, apoderándose del trozo de la Santa Cruz que Santa Elena dejó en la capilla que se edificó en el monte Calvario.
Cosroas trasladó el trozo de la Santa Cruz a su palacio donde hacia mofa y desprecio de ella, colocándola a sus pies.
Heraclio, emperador de Oriente, presentó batalla a Cosroas. Existen distintas versiones de cómo sucedieron los hechos y no nos vamos a entretener en estos extremos, pero sí quisiéramos referirnos a un suceso que aconteció a Heraclio cuando se disponía a entrar con la Cruz en Jerusalén.
Al intentar Heraclio acceder por la puerta de la ciudad de Jerusalén, ésta se vino abajo formando un muro infranqueable, no dejando al emperador que ataviado con sus mejores galas intentaba entrar en la ciudad. Sobre el muro recién formado apareció un ángel, enarbolando una Cruz y dijo: “cuando el rey de los cielos poco antes de su Pasión entró por estas puertas, no lo hizo con regio boato, sino modestamente montado sobre un borriquillo y dando un claro y perpetuo ejemplo de humildad a todos los que pretenden considerarse discípulos suyos”.
Tras oír lo dicho por el ángel, Heraclio se despojó de sus ricas vestiduras y calzado, quedando con tan sólo una camisa. Cogiendo en su mano la Cruz se dispuso a entrar en la ciudad, y en ese momento la muralla recién formada desaparece dejando franco el paso al Emperador.
En el edificio que hoy nos acoge se encuentra una pintura que representa dicho episodio, obra del pintor Juan Niño de Guevara, si bien hoy no está en la capilla, lo es de forma temporal gracias al proceso de restauración y conservación al que está siendo sometida gracias a nuestro Ayuntamiento.
Hoy podemos hacer nuestras las palabras de Heraclio cuando exclamó:

¡Oh Cruz, célebre en todo el orbe,
digna de ser entrañablemente amada por los hombres,
más santa que cualquiera de las cosas que hay en el mundo y más luminosa
que todos los astros juntos del cielo!.
¡Tú sola mereciste el insigne privilegio de tener colgado en tus brazoal
mayor tesoro del universo!.
¡Oh dulce madero! ¡Oh dulces clavos!
¡Oh dulce espada! ¡Oh dulce lanza!
¡Oh cruz bendita, que soportaste sobre ti tan dulce peso!.
¡Salva a cuántos militamos bajo tu bandera y estamos hoy reunidos aquí
tributándote este homenaje.


Nuestra ciudad abrazó el cristianismo en los primeros siglos de nuestra Era, señalando algunos autores incluso que nuestra ciudad fue fundada por el mismísimo Longinos, otros atribuyen la conversión de la ciudad a la visita de Santiago o incluso a San Pablo, no es misión nuestra entrar en estas disquisiciones, pero sí afirmar lo temprana de la conversión de nuestros antepasados al cristianismo, y afortunadamente la religión arraigó profundamente entre sus gentes dejándonos ejemplos tan importantes como los de nuestros Santos Patronos, San Ciriaco y Santa Paula, mártires por su fe, o San Patricio, obispo de nuestra ciudad en los albores del siglo IV.
Tras la invasión sarracena, aún quedaron grupos de irreductibles que no renegaron de su fe como el caso de Omar Ben Hafsun que se mantuvieron firmes en las montañas cercanas a Bobastro, aunque paradigmática es la presencia de Santa Argentea, hija de Omar.
Durante la dominación sarracena, no dejaron de florecer hombres y mujeres que dieron un claro ejemplo a sus conciudadanos en la perseverancia en la fe y celo cristiano; pero hemos de esperar al verano de 1488 para que nuevamente la Cruz vuelva a presidir nuestra ciudad. El 18 de agosto de ese año, los Reyes Fernando e Isabel, hicieron ondear su pabellón en las torres de la Alcazaba y Gibralfaro.
La ciudad se recristianiza, se erigen las nuevas parroquias y hospitales y se consagra para Catedral la antigua Mezquita mayor; y se elige como primer obispo de la diócesis al limosnero de la Reina, don Pedro de Toledo, desde entonces la cruz volvió a rematar las torres de nuestras iglesias y las espadañas de nuestros conventos y se hizo objeto habitual en la vida de nuestros conciudadanos.
Este acto que actualmente se está desarrollando en este lugar es un acto de la Archicofradía de la Vera+Cruz ¿Pero dónde queda nuestra Cofradía? Pues queda en un lugar preeminente dentro de la historia de las Cofradías y Hermandades de nuestra ciudad, pues dos años más tarde de la conquista de la ciudad, es decir, en 1490 se recoge la primera noticia que tenemos con referencia a la Veracruz.
Se refiere a una ermita que edificio Alonso de Ribera en el camino de Vélez, entre el monte de Gibralfaro y de San Cristóbal. Años más tarde Alonso de Ribera sintió la vocación religiosa y ofreció a la orden mercedaria la donación de dicha ermita y tierras, a cambio de su entrada en religión, lo que fue aceptada por dicha orden en el capítulo celebrado en Sevilla el día 23 de marzo de 1499, tomando posesión para levantar en dicho lugar un nuevo convento.
No sabemos si en esta ermita germinó la semilla que dio lugar a la hermandad de la Vera+Cruz, algo que es posible pero no podemos afirmar. Sí sabemos que la hermandad radicó en el hospital de Santa Ana, y en la escritura fundacional del mecionado hospital de 1503, don Iñigo Manrique invita a cualquier Cofradía o Hermandad a asentarse en el hospital para ayudar a los enfermos, ofreciéndoles sitio. Posiblemente esta invitación fue recogida por nuestra hermandad y se decidió a establecerse en el mencionado hospital, abandonando su sede previa.
Ya en esta sede, en el mes de abril de 1505 fueron aprobados los primeros Estatutos de nuestra Hermandad, hecho que hemos celebrado brillantemente durante todo el año pasado.
El prestigio de la Cofradía de la Vera+Cruz debió alcanzar cotas muy altas conforme avanzaba el siglo, de tal forma que a mediados del mismo, concretamente en 1561 como consecuencia de la sequía que sobrevino a la ciudad, la Cofradía pidió al obispo fray Bernardo Manrique autorización para poder realizar un procesión de rogativa pidiendo el preciado agua, y tras consulta con el Cabildo Catedralicio se determinó aprobar dicha salida para el día 15 de abril, acompañado por los beneficiados de las distintas parroquias de la ciudad, realizando la estación penitencial que tenían por costumbre realizar el Jueves Santo.
Otra muestra del prestigio que fue alcanzado por nuestra Cofradía nos lo encontramos cuando este mismo año, 1561, se otorgaron poderes por parte de la Cofradía a favor de Hernando de Torres, hermano del arcediano de Vélez, don Francisco, que se encontraba en la Secretaría apostólica, para que don Hernando lograra ciertas bulas e indulgencias de la Cámara Apostólica.
El hito más importante para nuestra Cofradía de la Santa Vera+Cruz durante el siglo XVI, se produce en el año de 1584, cuando desde el Hospital de Santa Ana se traslada al Convento franciscano de San Luís el Real, donde ocupará una estancia que antiguamente fuera refectorio y que se encontraba situado entre los dos claustros del monasterio.
En estos años la Cofradía realizaba dos salidas penitenciales, la del Jueves Santo y la del día de la Cruz en el mes de mayo, con el paso al convento seráfico éstas se verán más lucidas al contarse con la participación de los religiosos en las mismas, así como procesionarse junto a las insignias e imágenes propias de la hermandad, la imagen de San Francisco y la cruz de las reliquias, propiedad del convento, en contrapartida, la cofradía se compromete a participar de forma institucional en la octava del Corpus y el día de San Francisco, acompañando al monasterio.
El obispo Juan Antonio Moscoso trajo un aire nuevo a nuestra diócesis. Para nuestra Cofradía supuso igualmente un hito en nuestra historia, al agregar a todas las cofradías de sangre a la Vera+Cruz, incluida la de Jesús de la Sangre de la Merced, por su auto de fecha 17 de marzo del año 1606. Muy posiblemente este auto fuera motivado por las frecuentes disputas entre hermandades en cuanto a la preeminencia de unas sobre otras, lo que ocasionaba continuos pleitos y rencillas.
Un contrato realizado por la Hermandad con los ministriles de la catedral para que estos acompañaran a la Cofradía con la capilla musical nos habla de las salidas procesionales que se realizan en el año 1634, la que se efectúa el Jueves Santo, la de la Santa Cruz y la del Santísimo Sacramento o fiesta del Corpus.
Dos años más tarde, es decir en 1636 un nuevo contrato para el acompañamiento musical, nos indica el recorrido que nuestra cofradía realiza el Jueves Santo. En primer lugar la hora de salida se establece a las 2 de la tarde y partiendo desde el convento franciscano, discurría por la calle de Carreterías para entrar posteriormente por la Puerta Nueva y seguir por la calle de la Compañía o de San Sebastián hasta los Mártires, desde aquí seguía por calle Mosquera hasta salir por lo que se denominaba Puerta de San Francisco, entrando nuevamente al convento franciscano.
La Hermandad debía de seguir creciendo y complicándose progresivamente en lo tocante a su gestión y dirección hasta tal punto de encontrarnos repetidas solicitudes de renuncia al cargo de mayordomo. Parece que más que un honor tal designación se convertía en una carga para el designado y de este modo podemos ver como Juan Jacinto Vázquez en 1634 hace renuncia de su cargo a cambio de entregar a la Cofradía 100 reales.
Junto a este signo indirecto nos encontramos que en el año 1646 se nombró a un mayordomo específico para el Barrio de la Ollería y cinco años más tarde son cuatro los mayordomos que se nombran, dos para los Barrios Altos y otros dos para los Barrios Bajos.
El pasado año celebramos el 150 aniversario del Dogma de la Inmaculada, pero casi doscientos años antes, el 25 de marzo de 1659 se reunieron en cabildo los hermanos del Santo Cristo Crucificado de la Vera+Cruz y “hacen voto de guardar y confesar y defender en público y en secreto la pureza y limpieza de la pura y limpia Concepción de Nuestra Señora la Virgen Santa María, concebida sin mancha de pecado original”. Este voto concepcionista acompaña a nuestra Cofradía hasta el día de hoy.
Si algo distingue a nuestra Hermandad son los frutos que dio a lo largo de su discurrir histórico. Como ramas del frondoso árbol de la Vera+Cruz son la Hermandad del Santo Sudario (1642), Hermandad de San Juan Evangelista (1644), Hermandad de la Esclavitud de Nuestra Señora de la Soledad (1647), Hermandad del Santísimo Cristo Crucificado (1646) y la Hermandad de Jesús Nazareno (1658), junto a ellas igualmente se encuentra la Hermandad de Ntra. Sra. de los Ángeles y la de San Diego.
Como ya hemos referido, la capilla que poseía la Archicofradía se encontraba fuera de la iglesia conventual, entre los dos claustros del monasterio, esta situación llevó a que por parte de los hermanos de la Archicofradía y de sus Hermandades filiales se buscara una mejor ubicación para sus titulares, de este modo, en 1706 fueron los hermanos del Santísimo Cristo de la Vera+Cruz quienes acordaron el paso de esta imagen a la capilla de San Diego, que era propiedad del Marqués de Valdesevilla, don Alonso de Figueroa, no sabemos cuanto duró la estancia del Cristo en esta capilla, pues en el año 1761 nuevamente se traslada la mencionada imagen desde su capilla entre los claustros a la capilla de Ntra. Sra. de los Ángeles, propiedad del Conde de Miraflores de los Ángeles. Este ir mudando de capilla, dio en ocasiones motivo para disputas entre la Archicofradía y Hermandades filiales.
Uno de los primeros ejemplares de prensa local de nuestra ciudad y que ha llegado hasta nosotros, es el Semanario de Málaga, quien en la edición del 3 de abril de 1798 nos informa de las procesiones de este año y así nos dice:
“El Jueves Santo por la tarde del referido Covento (se refiere al de San Luis), el Señor de la Oración de Huerto, el de la Vera+Cruz, Jesús el Rico, S. Juan y la Virgen).
El siglo XIX no fue un buen siglo para nuestras cofradías, las guerras y vaivenes políticos que convulsionaron el siglo y las relaciones entre la Iglesia y el Estado no fue el mejor escenario para que nuestras Hermandades se desarrollaran. La invasión francesa con sus episodios de pillaje, cierre de conventos e iglesias, maltrataron a muchas hermandades dejando a muchas de ellas casi en la extenuación, tras la recuperación del trono por Fernando VII, las cosas volvieron a discurrir con mejor cariz para ellas.
La Virgen que algunos autores dicen no tener nombre, en el inventario del año 1831, se le denomina Ntra. Señora de los Dolores.
Pero el hecho que más repercutió en nuestra Archicofradía fue el proceso desamortizador de bienes del clero que llevó a la exclaustración; como consecuencia de ello nuestra hermandad hubo de abandonar el convento franciscano y trasladarse a la iglesia de la Concepción, donde permaneció hasta su traslado definitivo a la iglesia parroquial de San Juan.
Si la exclaustración tuvo un efecto muy negativo sobre los conventos de nuestra ciudad, las cofradías también se vieron perjudicadas, y aunque la potencia económica de las mismas era muy reducida, fueron igualmente privadas de sus bienes, de este modo sabemos que a nuestra Archicofradía se le requisaron los pocos censos que poseía.
En el mes de noviembre de 1860 la Junta de Gobierno de la Archicofradía dio por aceptado los nuevos estatutos que fueron presentados para su aprobación a la autoridad eclesiástica, recayendo su aceptación el día 22 de abril del año siguiente. Estos Estatutos tuvieron una validez de tan sólo 36 años al producirse en 1891 la fusión con la Cofradía de Ánimas de Ciego y Azotes y Columna, y redactarse unos nuevos estatutos que fueron aprobados el 15 de enero de 1897.
El discurrir de la Archicofradía en la segunda mitad del siglo XIX, está enfocada principalmente en, su asistencia a los hermanos al final de sus días, fundamentalmente en el enterramiento de los mismos.
En este cabildo que hemos señalado, se nos informa igualmente que desde hacía muchos años no se realizaba ninguna salida procesional por la Archicofradía y pese al intento del hermano mayor del momento, se desistió de realizarlo este año porque “en vista de los muchos años que no se efectúa dicha procesión, y que sería preciso para adornar y restaurar la dicha efigie, unos gastos multiplicados, que por hoy le es imposible a la hermandad sufragarlos”.
La fusión con Azotes y Ánimas de ciego sirvió para revitalizar la Archicofradía, de este modo sabemos que en los dos años siguientes la imagen de la Vera+Cruz volvió a procesional por nuestras calles como nos relata la prensa de la época: “la imagen de la Vera+Cruz es una de las que más gustan en Málaga y son de muy buen efecto las bombas con luces entre los que se encuentra colocada la Virgen al pie de la cruz”. Pero la discontinuidad en la salida procesional fue una constante durante estos años.
No debió ser muy brillante la vida de la Hermandad cuando en el año 1913 se procede a una nueva fusión entre las ya fusionadas cofradías de Azotes y Columna, Ánimas de Ciego y Vera+Cruz con la Cofradía del Cristo de la Exaltación, radicada en la parroquia de San Juan desde mediados del siglo XVII. Con este se configuran definitivamente las Cofradías Fusionadas tal y como se conocen hasta finales del pasado siglo.
Durante los inicios del siglo XX la Virgen del Mayor Dolor, anteriormente titulada Ntra. Sra. de los Dolores, como ya hemos referido, no realizó salida procesional hasta el año 1919, ya el año anterior se publicaba por la prensa local los proyectos de la sección de la Virgen, consistentes en la realización de un nuevo trono procesional efectuado por el señor Barrabino, palio y ajuar de la Virgen. Los penitentes lucían hábito color blanco y capirote azul, completando los mayordomos su atuendo con la capa de color blanco y la Cruz de Malta bordada en el lateral izquierdo.
Con el paso del tiempo se fue aumentando los adornos y patrimonio de la sección de la Virgen con las cartelas laterales del trono, obras de Palma, así como candelería, ánforas, y otros objetos.
1921 es una fecha clave en la historia de nuestra Semana Santa, es el año de la fundación de la Agrupación de Cofradías y nuestras hermandades fueron partícipes en este acontecimiento siendo don José Benítez Ferreter uno de los firmantes del acta de constitución de la Agrupación. Pero esta firma tiene una peculiaridad, que se firma en nombre de tres hermandades: Hermandad de Azotes y Columna, Hermandad de la Exaltación y Cofradía de Ntra. Sra. del Mayor Dolor de la Santa Vera+Cruz.
En los años veinte, las Cofradías Fusionadas siguen un movimiento ascendente gracias sobre todo a la dedicación y esfuerzo de su Hermano Mayor Benítez Ferreter.
“España se acuesta monárquica y se levanta Republicana”; este hecho se vió reflejado en uno de los mayores contratiempos y pérdida que ha sufrido nuestro patrimonio histórico artístico, al igual que la persecución que de una forma inicialmente discreta y posteriormente de forma clara se produjo contra la Iglesia. Los luctuosos sucesos de mayo de 1931 afectan a nuestras cofradías de forma desigual. Fusionadas logra salvar casi todo su patrimonio, aunque sufriendo diversos daños en sus distintos Titulares. Todos estamos ansiosos de poder leer todo cuanto mi presentador, don José Jiménez ha investigado con referencia a este episodio luctuoso y triste de nuestra historia y que dentro de escasos días verá por fin la luz.
Como ya hemos dicho, nuestra hermandad gracias al valor y diligencia de sus dirigentes consiguió salvar gran parte de su patrimonio, lo que permitió que en la primavera de 1935 pudiera realizar su salida penitencial, aunque grandes cambios hubo en ello. Fue la primera vez que se procesionó al Cristo de Ánimas de Ciego sobre el trono de Azotes y éste fue acompañado por la Virgen del Mayor Dolor de la Santa Vera+Cruz; la salida se realizó desde la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, donde residía la Hermandad (el jueves 18 de abril).
En el período de la República, nuestras Hermandades se adecuaron a la legalidad vigente, como curiosidad diremos que se procedió a fundar una asociación, la Asociación “Cofradías Fusionadas”, cuyos estatutos se aprobaron el día 16 de abril de 1936 y fueron presentados ante el Gobernador Civil el día 18.
Tras la Guerra Civil, nuevamente se intenta resurgir de las cenizas, tras grandes esfuerzos nuestra Cofradía participa en 1940 en los desfiles procesionales, haciéndolo con el Cristo de Ánimas de Ciego y la Virgen del Mayor Dolor y de la Santa Vera+Cruz. Años más tarde, en 1944, se procederá a unir dos imágenes que proceden del tronco común de la Vera+Cruz, me refiero a la Virgen del Mayor Dolor y San Juan, pues este año el discípulo acompaña a la Madre en Sacra conversación.
Demos un salto en nuestra historia, la España de la posguerra, la de los planes de desarrollo, la de la invasión del turismo y vayamos al día 21 de julio de 1980, este día quedará para las Cofradías Fusionadas como uno de los más aciagos de su existencia, ese día aconteció un voraz incendio en la capilla del Cristo de la Exaltación que provocó la pérdida irreparable de las imágenes de la Virgen del Mayor Dolor y de San Juan, ambas como hemos dicho procedentes de la Cofradía de la Santa Vera+Cruz. Junto a ella desaparecieron igualmente las imágenes del Cristo de la Exaltación, Virgen de Lágrimas y Favores y la imagen de Santa Lucía.
Para reponer tan dolorosa pérdida se decidió encargar una nueva imagen de Ntra. Sra. del Mayor Dolor al imaginero hispalense Antonio Dubé de Luque, la cual fue bendecida el 25 de octubre de 1980. La nueva imagen de San Juan es obra del mismo imaginero y fue bendecida el 21 de marzo de 1982.
Una de las fechas más importantes para la historia reciente de la Cofradía de la Santa Vera+Cruz corresponde a la Cuaresma del año 1982, cuando con motivo de la exposición celebrada en el desaparecido Museo Diocesano de Arte Sacro “La Semana Santa malagueña en sus tronos e imágenes desaparecidas” se mostraba después de muchísimos años, los restos de la antigua imagen del Cristo de la Vera+Cruz. Es verdad que todos los que en algún momento nos acercamos a Fusionadas sabíamos que en el altillo de la capilla de Exaltación, tras superar lo que era la albacería de la Hermandad se encontraban estos restos, aunque sobre ellos se desplegaba un profundo silencio.
Esta exposición provocó en la hermandad un deseo de recuperación de su memoria histórica que pasaba por intentar recuperar la imagen del Santo Cristo. Para ello hubo que esperar hasta el año 1991 que se celebraba el centenario de la primera fusión. Tomándose entonces la decisión de encomendar tal labor al restaurador Óscar San José Márquez, por lo que la imagen hubo de viajar hasta Madrid, saliendo de nuestra ciudad el 21 de julio de 1990, tras un arduo trabajo se recuperó la imagen que hoy día veneramos, a semejanza de los hermanos que nos precedieron siglos atrás.
Uno de los momentos más felices que ha tenido nuestra Cofradía sucedió en la Cuaresma del año 1984, cuando por mediación del reverendo padre don Federico Gutiérrez, la Cofradía obtiene una de las reliquias del Santo Lignum Crucis que dicho sacerdote trae desde Roma. El Miércoles Santo Nuestra Señora del Mayor Dolor lució prendida la mencionada reliquia durante su recorrido procesional.
El 21 de enero de 1991, son aprobados por el obispado el anexo VI de nuestras normas estatutarias donde queda reflejada la salida penitencial que se realiza con el Santo Cristo de la Vera+Cruz, realizándose el ejercicio del Santo Vía Crucis. Sólo realizarán este acto penitencial 72 hermanos de vela y 40 portadores de la sagrada efigie. Hace sólo unos días se ha vuelto a practicar tan piadoso acto penitencial, el rezo del Vía Crucis por nuestra Archicofradía, siendo realizado de forma ejemplar; quizás haya influido en ello que en la actualidad es Mayordomo de la misma una mujer, siendo la primera vez que tal circunstancia se produce. Desde aquí quiero felicitar a la sección de Vera+Cruz y evidentemente a su Mayordomo.
Esta es una síntesis apretada de nuestra historia, y dado que se dice que la Historia es Maestra de la vida, quisiera hacer una valoración personal de algunos hechos, hechos que aunque ocurrieron hace siglos siguen siendo de rabiosa actualidad.
Veamos el caso de nuestros hermanos en cofradía Juan Vázquez, en este caso al ser elegido como mayordomo, desiste del desempeño del cargo alegando sus muchas ocupaciones, no podía o no quería servir a su cofradía y al resto de sus hermanos, para acallar su conciencia pagó a la Hermandad una determinada cantidad y de este modo la cofradía lo exonera de su obligación. Hoy cuantas veces se nos presentan situaciones en las que se nos pide nuestra cooperación y al igual que estos hermanos esgrimimos nuestros quehaceres, la falta de tiempo u otras excusas, y con cuanta frecuencia acabamos echando mano a la cartera para darle una solución airosa a nuestra negativa. Cuán débil es nuestro compromiso cristiano con nuestros hermanos, nuestros hermanos en Cristo, el mismo que por ti y por mi murió en esa cruz.
En otras ocasiones, como a nuestro antecesor Alonso de Gamarra, acabamos adorando a otros dioses. Gamarra fue condenado por la Inquisición por judaizante, cuantos de nosotros no ha sustituido a Dios por un nuevo becerro de oro, por el hedonismo o por la comodidad; nos hacemos un dios y una religión a medida, a nuestra medida, cómoda, sin compromisos, con una única regla, que no haya reglas, que pueda ser mudable y adaptable a mis necesidades.
Convertimos nuestros ritos en nuestra religión, el escaparte es lo importante, nos quedamos en la contemplación del oropel y el boato, y no nos atrevemos a pasar al interior, en la mayoría de las ocasiones por miedo al compromiso, miedo a la incomodidad, miedo…
Quizás debamos mirar y releer nuestra propia salida penitencial, observaremos que ésta se hace bajo el signo de la Cruz, desde su inicio hasta su final. Cada cruz que llevamos es un grito colectivo y aldabonazo que expresamos de forma conjunta.
La primera Cruz que nos mira es la Cruz guía. Todas nuestras salidas y actos se presiden por una cruz, la Cruz Guía, que mejor definición para esa cruz a la que seguimos, la que nos guía en nuestras vidas, la que como faro en la lejanía nos indica cual es nuestro camino, la que nos ayuda para sortear los peligros, la que nos ilumina en la claridad de la noche más oscura. Dejémonos guiar por esta cruz.
Tras esta cruz sigue la Cruz que remata nuestro Guión. Cruz de la bandera, cruz de nuestras insignias. Claramente ponemos nuestra corporación y nuestra cofradía bajo la luz de Jesucristo, sin ella no se entendería nuestra Hermandad. Todo gira en torno al misterio de la Cruz, lugar de martirio y muerte que para nosotros se convierte en fuente de vida.
Tras la cruz del Guión sigue la Cruz del Estandarte, estandartes que reflejan la imagen de nuestros titulares, de nuestros Cristos y Vírgenes, de las advocaciones a las que profesamos nuestra devoción, las que han calado en nuestro corazón y nos mueven y conmueven.
No debemos quedarnos en el anuncio, no debemos quedarnos parados ante el espejo que refleja una imagen, debemos tomar una actitud activa por lo que no sólo nos comprometemos a reverencia y adorar a la Cruz, sino que ésta ha de ser deseada por el cofrade para así identificarse con Cristo. La Cruz ha de ser para el cofrade glorioso blasón de su linaje y señal que le identifique como discípulo de su señor Jesucristo.
Portada con un paño humeral, en medio del cortejo aparece una pequeña cruz de madera en cuyo nudo se encuentra el santo Lignum Crucis, es la enseña de la Cofradía; la finalidad de las cofradías de la Vera+Cruz es la contemplación de los misterios de la Pasión y Muerte de Jesucristo. La Pasión se entiende como el momento culminante de Redención.
La cofradía no es una realidad solitaria, independiente y sin relación alguna. Por el contrario es una parte de la iglesia universal y como tal debe integrarse en la iglesia parroquial por ello integramos en nuestro cortejo la Cruz Parroquial, no es un elemento decorativo, con su manga y ciriales, es la expresión de nuestra pertenencia a una realidad de un ámbito superior.
Como digo, la Cofradía, y por extensión el cofrade es parte de la iglesia; el cofrade debe vivir en la sociedad de hoy con el ánimo decidido de estar presente y trabajar por ella, y en su calidad de creyente en Cristo dar testimonio con y en el desempeño de sus tareas cotidianas, transmitiendo los valores evangélicos de la verdad, la justicia y la fraternidad.
En su actuación diaria el cofrade ha de transformar el mundo, para ello necesitará de la fuerza que transmite la fe, la esperanza y la caridad, ha de mostrar a la sociedad y al mundo un estilo propio, el estilo que se deriva del Evangelio.
Los cofrades estamos llamados por la Iglesia a transformar nuestra sociedad desde dentro de ella, hemos de ser el fermento que desde dentro de la propia sociedad seamos capaces de transformarla.
Por ello el cofrade debe ocupar un lugar importante en la iglesia, su misión consiste en la de ser profeta de Dios en el interior de las estructuras de nuestra sociedad, debemos actuar en medio del mundo y procurar que nuestros hermanos descubran el valor humanizador y salvador del Evangelio. Debemos comunicarles la fe y dar a conocer a Cristo.
Ya hemos referido que nuestra Cofradía se honra en ser la primera en la defensa de la Pura y Limpia Concepción de María, es la Cruz del Sine Labe. María realiza de la manera más perfecta la obediencia de la fe. María acogió el anuncio y la promesa que le traía el ángel Gabriel, creyendo que nada es imposible para Dios. Durante toda su vida, y hasta la última prueba, cuando Jesús, su hijo, murió, su fe no vaciló. María no cesó de creer en el cumplimiento de la palabra de Dios. Por ello veneramos a María como la realización más pura de la fe.
Los hombres y me atrevería a decir que mucho más los cofrades, necesitamos de manifestaciones externas para llegar al significado de las cosas, pero esas mismas manifestaciones externas una vez generalizadas, nos cierran el paso hacia la comprensión del significado profundo de estas mismas cosas o realidades. No convirtamos la cruz en un objeto rutinario. Ella es el signo del amor de Dios a los hombres y el inicio de nuestra salvación.
Cristo, en la cruz, dio su propia vida para dar la vida al mundo. Gracias a esta muerte y a la gloriosa resurrección que la siguió, los creyentes podemos proclamar con alegría que hemos sido salvados. Éste es el núcleo de toda la verdad cristiana. Jesús con su muerte nos descubre que existe un Dios-Padre que nos ama entrañablemente y que todos los hombres de todos los tiempos y de todos los continentes somos hermanos. No podemos permitir que el egoísmo y el odio triunfen en una humanidad que ha sido salvada por el amor de Dios y la donación total de Jesucristo.
Acabo de decir que la Cruz es símbolo de la fidelidad cristiana. La cruz para los cristianos no es un símbolo de masoquismo, sino un símbolo de vida, de entrega, de amor y de fidelidad. Nuestra religión es una religión de vida, de salvación, de amor, de plenitud. Quien tenga un concepto triste o derrotista se equivoca, muy al contrario es alegre y sugestiva, aunque difícil porque es imposible el fruto sin el sudor, el triunfo sin el esfuerzo y la fidelidad sin la cruz; todo ello es rechazado hoy día por la sociedad en la que vivimos y nos puede resultar difícil vivir la fe cristiana, pero esta aventura vale la pena, pues llena de sentido nuestras vidas y se convierte en una fuente inagotable de felicidad.
Jesucristo, en la cruz, se convierte en el gran emblema del amor, amor que libera y salva. Jesucristo no nos salva de una forma mágica, sino experimentando en su carne el dolor, la angustia, la soledad y la humillación de la cruz. Pero Jesús no sufrió por sufrir, sufrió por amor, para liberar, para salvar y dar sentido al dolor del hombre.
La cruz remata los símbolos de poder, la corona y el cetro, pero sin embargo la cruz no es un signo de poder, sino de servicio a los más pobres y de solidaridad con los más necesitados. La cruz es una esperanza de salvación para todos los que sufren. La cruz es la culminación de una vida radical entregada a los demás, signo de generosidad y del perdón sin límites.
Jesús lo dio todo por nosotros. Si nos paramos a observarle durante el suplicio en la cruz, dio el máximo de cuanto podía dar, así vemos como da el perdón al Buen Ladrón y le concede el paraíso; a los que lo crucificaban les dio su perdón “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen”, con posterioridad nos dio su mas preciado tesoro, su Madre, “hijo he aquí a tu Madre”, para finalmente dar su vida por nosotros “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. La cruz es una fuente inagotable de vida para todos los que siguen a Jesús.
Todo pregón que se precie siempre se ve adornado por múltiples elementos poéticos a lo largo del mismo, pero quien os habla no es tan siquiera capaz de formar ni un simple ripio y mucho más tras leer el soneto atribuido a Santa Teresa, que expresa con muchos menos palabras todo el sentimiento de la cruz, con este soneto quiero terminar mi disertación a esta atípica exaltación de la Cruz

Soneto a Cristo crucificado

No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.

He dicho.

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