jueves, 19 de febrero de 2009

Los Arcones (Por Ramón Gómez Ravassa hermano de la Congregación de Mena)

(Artículo sobre la relación Vera+Cruz y Mena publicado en el boletín de la Congregación de Mena)
LOS ARCONES

Para los menos veteranos que no los conocieron, los arcones eran unos baúles de considerable tamaño donde se guardaban los enseres, túnicas y demás elementos del patrimonio, ya que no se disponía de almacén alguno para su conservación. Eran el germen primigenio de la albacería de los años 50 y 60. Era la historia olvidada de nuestra Congregación de la posguerra, que conviene recordar, entre otras cosas, para poder valorar lo que hoy tenemos
Esta nueva sección, que eufemísticamente titulo “Los Arcones”, pretende recordar a los más mayores y ens Esta nueva sección, que eufemísticamente titulo “Los Arcones”, pretende recordar a los más mayores y enseñar a los demás, momentos, circunstancias, sucesos y recuerdos del ayer mismo de nuestra Congregación

UNA BONITA (Y DESCONOCIDA) TRADICIÓN
Quizás alguno de ustedes haya visto la sobria estación de penitencia del Santísimo Cristo de la Santa Vera-Cruz, de las Reales Cofradías Fusionadas, que sale cuando todavía no han llegado las primeras luces de los Viernes Santo de cada año, hace un recorrido cortito, camino de la Catedral, y vuelve a San Juan, cuando todavía están limpiando las calles de los restos que la multitud procesionista del Jueves Santo fue dejando como reguero y testimonio de su presencia.
Y quizás, si la curiosidad del espectador ha sido más precisa, podría haber visto, fijando la mirada en el monte del trono, a los pies de la imagen del Santísimo Cristo, una pequeña canastilla con algunas flores, una o dos azucenas blancas enmarcadas en humildes bouganvilleas moradas, algo ajadas, todo ello sobre una cama de tiras de esparraguera. Explicar ese detalle es el deseo de este artículo, que no me resisto a compartir con los lectores de nuestra revista MENA.
Como todas las historias, la presente arranca de diversas ramificaciones, no necesariamente coincidentes en el tiempo, que terminan uniéndose para crear el tema que nos ocupa. Pero eran necesarias.
Era necesario que el trono de nuestra Virgen de la Soledad tuviera unos arbotantes, inicialmente con poca talla y después con mala conservación, para que por los albaceas de la época, se decidiera decorarlos con tiras de esparraguera a fin de disimular los defectos citados. Aquello se convirtió en tradición, manteniéndose la costumbre, aun después de su reparación del año 79. Todavía hoy, con nuestro trono nuevo, a los pies de la Virgen, siempre va un centro de esparragueras con dos o tres calas. Las buenas costumbres hay que mantenerlas, y lo que fue un signo de identidad durante muchísimos años debemos procurar respetarlos.
Evidentemente, había sido necesario, que en tiempos de Vicente Pineda, Hermano Mayor, falleciera en 1992 un abogado conocido, Arturo Díaz, congregante menoso, y que Vicente se hiciera cargo de su albacería profesional, o como se llame en la abogacía arreglar los asuntos pendientes que llevaba su compañero, nuestro hermano Arturo. Esa circunstancia nos permitió conocer a una persona entrañable, procurador de los tribunales, cofrade fusionado, de una categoría personal extraordinaria, que rápidamente nos conquistó con su buen espíritu y optimismo natural. Como no podía ser de otra manera, Juan Manuel Mesa Carpintero, que así se llamaba nuestro nuevo hermano, sin renunciar a su filiación fusionada, también engrosó las listas de nuestra Congregación.
También fue necesario, que el año 1993, cuando nuestra procesión terminaba el encierro, nos encontráramos a nuestro buen amigo y querido cofrade Antonio Domínguez con cara de apuro y preocupación. Nos contó que aquel año habían encargado unos tulipanes especiales (creo que de color negro), para el monte del trono, y que el transporte les había fallado. Eran las dos y media de la mañana, a tres o cuatro horas de su salida, y no había forma de arreglar el problema. El problema de un cofrade en su procesión es automáticamente asumido por cualquiera que sepa vestir una túnica, y la solución fue inmediata: Rápidamente, por el equipo de albacería fue desmontado todo el adorno de esparragueras, la mayor parte (lo que se pudo aprovechar) de las bouganvilleas del Cristo, y como aportación extra, el detalle preciosista, una de las canastillas de azucenas del trono de la Virgen. Por si les servía. Allá que se fueron, a trabajar, que el tiempo apremiaba, pero al menos, con la tranquilidad de haber resuelto su problema.

Y también era desgraciadamente necesario, para que la trama de esta historia se desarrollara, que Juan Manuel Mesa, por problemas que fueron juzgados y por lo tanto no procede detallar, recibiera una noche una paliza posiblemente de alguien al que no gustaba que viviera en el edificio donde tenía su casa, a causa de la cual, un tiempo después, en mayo de 1996, falleció.
Y concatenando todos estos hechos previos y necesarios, en la madrugada del Viernes Santo del año siguiente, cuando encerramos nuestros tronos, fueron bajadas las imágenes y colocadas en su camarín, por otro congregante amigo de todos los citados, José Antonio Alcalá, se propuso y se llevó a cabo, llevar a San Juan, en recuerdo de Juan Manuel y en homenaje a su memoria y su devoción por su Cristo de la Vera Cruz, un pequeño recuerdo floral, que año tras año, entre los tulipanes negros que adornan tan austero y severo monte, da un golpe de color distinto al severo tradicional que corresponde con el carácter de esta ejemplar sección de las Reales Cofradías Fusionadas.
Año tras año, el acto se ha repetido, (con la excepción de alguno por motivos de fuerza mayor), y para el que no conozca el momento, es realmente aleccionador, comprobar con el cariño que nos reciben, con la devoción y sentimiento que juntos rezamos un padrenuestro a los pies del trono. Y, si no fuera serio, sería para reír, ver las caras derrotadas de unos pocos menosos con las señales de siete horas de procesión, más el añadido de tres más para desmontar y el traslado de vuelta, rodeados del cariño y la expectación de unos hermanos que se preparan para su salida.
Siempre, como digo, tienen un detalle cariñoso con nosotros, hasta tal punto, que algún año, su Mayordoma, (en Fusionadas tienen este título los responsables de cada una de las seis secciones que la forman), Raquel Espejo, nos propuso participar en su procesión con nuestros congregantes nazarenos, formando una especie de representación menosa en la misma. La prudencia (y el enorme cansancio), nos aconsejó renunciar a este honor, que naturalmente agradecimos en el alma.
Hasta aquí esta pequeña historia cofrade, desconocida por muchos, pero que no me gustaría que se perdiera. Realmente, es un pequeño sacrificio añadido, pero que compensa, porque así, con las letras pequeñitas, escribimos la gran historia de nuestra Semana Santa, Semana de Sentimientos. Y de amor por nuestros hermanos que faltan.
R. Gómez

domingo, 15 de febrero de 2009

EXALTACION DE LA CRUZ DE 1.988 (José Luis Hurtado de Mendoza y Bourman)

Venerables sacerdotes, dignísimas autoridades, Sr. Hermano Mayor de la Hermandad Sacramental y Reales Cofradías Fusionadas de Nuestro Padre Jesús de Azotes y Columna, Santísimo Cristo de la Exaltación, Santísimo Cristo de Ánimas de Ciegos, María Santísima de Lagrimas y Favores y Archicofradía de la Santa Vera Cruz y Sangre, Nuestra Señora del Mayor Dolor y San Juan Evangelista, Hermanos de dichas Reales Cofradías, Señoras y señores:

Con el respeto que inspira lo sagrado del lugar, con el respeto que inspira lo selecto del auditorio, con el respeto que inspira lo excelso del asunto, no os podréis extrañar si mis palabras, mas balbuceantes de lo que vosotros merecéis y de lo que yo desearía, afrontan con sencillez y humildad esta grave, esta honrosa ocasión en que vuestra generosidad, al echar sobre mis hombros tan singular compromiso, me ha colocado.

Yo quisiera en estos momentos tener tales dotes de orador que no me hicieran temer los minutos que inexorables se aproximan. Válgame, al menos, mi entusiasmo y mis recuerdos para que, de la mano del uno y de los otros, pueda discurrir sin graves tropiezos por la historia de unas hermandades que, desde la memoria me alcanza, gozaron siempre de mis predilecciones.

Entusiasmo, devoción, sentimientos cofradieros que ojalá me ayuden a cumplir con mi grata obligación. Y recuerdos, grabados en mi alma con el fuego imperecedero de la niñez, ya tan lejana en el tiempo, aunque inmediata, próxima, inefable en el corazón y en la que he de bucear como una fuente inagotable para que afloren ahora unas vivencias que, parafraseando al autor del Quijote, me hacen decir con acentos de verdad: Cofrade se es de la cuna de la mortaja ...

Yo recuerdo que en aquellos alejados años, cuando se me hacía la pregunta que a todos los niños se dirige -Y, cuando seas mayor, ¿tú que querrías ser?- contestaba ingenuo, candorosamente: ¿Yo?, nazareno. Y entre otras muchas cosas, todas menos importantes que aquel deseo de la puericia, nazareno fuí, desde los tiernos años en el que con el hábito de la Pollinica, cortado y cosido por mi madre, enarbolaba la grácil hoja de la palmera entre el bosque susurrante de las palmas -''Dejad que los niños se acerquen a Mí'', ''Sinite parvulos venire ad Me- hasta que, más que avanzado a la madurez, padre de una familia gracias a Dios numerosa, regí los destinos de una de las cofradías más antiguas de Málaga, La Muy Ilustre, Antigua y Venerable Hermandad Sacramental de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Viñeros, que en mi época y gracias a una venturosa fusión, alargó su título nobilísimo con el de Nuestra Señora del Traspaso y Soledad de Viñeros, dando así fin a una escisión que duraba ya centurias, y aun se prolongó más en su denominación con el nombre de San Lorenzo Mártir, por obra y gracia de un caballero cristiano y buen cofrade que no se me va de la memoria: Don Carlos Krauel Gross, malagueño de cepa y raigambre pese a sus foráneos apellidos de Málaga, crisol de razas, supo convertir en malacitanos

Y pues que de añejas memoranzas estamos hablando, séame lícito dedicar unas palabras, modestas como todas las mías, pero salidas del alma, a este mismo templo en que nos encontramos, Parroquia que me vio nacer y en la que durante muchos años viví.

Yo nací muy cerca de aquí y desde la cuna fui feligrés de San Juan Bautista. Mis ojos se abrieron a la luz primera, a esta luz incomparable de Málaga, en uno de los pisos de la conocida Casa del Abuelo, en la vecina calle de Especerías, y recuerdo haber oído a mi madre que desde una de las ventanas traseras del hogar de mis primeros años, de los años de mi infancia, se podía dirigir la vista en alado vuelo al lugar donde se hallaba y se halla el altar mayor de esta iglesia donde ahora mismo nos encontramos y que así la autora de mis días, en aquéllos en que alguna enfermedad de ella o de los suyos, le impedía incumplir de presente con el dominical precepto, seguía con el espíritu el Santo Sacrificio. Luego, cuando yo contaba algo más de dos años, varié de casa, pero no de parroquia, al mudarnos al entonces número dos de la calle de García Briz. Entonces, todas las procesiones pasaban por calle Especerías, y todas también por delante de los balcones de calle García Briz, y en este vivir gozoso de nuestra Semana Santa quizás pudiera haber nacido mi vinculación con ella. Hoy, después de la afortunada recuperación para nuestros itinerarios de la ''superprocesionista'' calle de Carretería, también la casi totalidad de nuestros desfiles procesionales pasan ante los referidos balcones de calle García Briz, de aquel hogar del que salí para casarme y al que volví poco después, para ausentarme, creo que ya definitivamente, compelido por el número de hijos que necesitaba un espacio mayor.

Y ahondando más en mis recuerdos, me veo, con mis hermanas, los tres con las narices pegadas a los cristales o arropados maternalmente en los balcones, presenciando con ávido mirar la impresionante teoría de Cristos y de Vírgenes. Y también me veo en los más tiernos años de mi adolescencia en la dominical misa de doce de San Juan, con el templo abarrotado y los ojos fijos, lo confieso, más que en el altar en el casi infantil perfil, no del amor, que vino después, sino de la pura ilusión que ha iluminado el alma de tantos y tantos seres normales, más niños que hombres, situados en la difícil frontera de la juventud.

Fui siempre ''procesionista'', expresivo vocablo malagueño que indiscutiblemente prefiero a otros, no niego que también expresivos pero foráneos. Mis hermanas y yo teníamos a gala sabernos de memoria las barrocas denominaciones de las hermandades y pronunciábamos entonces con empaque y fervor el largo y altisonante título de la cofradía que ahora nos congrega y que entonces rezaba así: Reales Cofradías Fusionadas de Nuestro Padre Jesús de Azotes y Columna, Santísimo Cristo de la Exaltación, Nuestra Señora del Mayor Dolor de la Santa Vera Cruz y Santísimo Cristo de Ánimas de Ciegos, cuya imagen, la de éste último, entonces ''no salía'', como brevemente se decía en el lenguaje cofradiero.

Y todavía me ata, con agridulces lazos de dolor y pena, otra entrañable circunstancia más a esta Parroquia de San Juan. Cuando mi hija mayor se acercaba al final de su vida le abrió las puertas del cielo el párroco de esta feligresía, entonces Don Francisco Castro, que por raras circunstancias, digamos que por providenciales circunstancias, la visitó en el sanatorio, la confesó, le dio la extremaunción y el Viático, todo ello recibido con fervor, con sencillez, con humildad. ¿Cómo se puede querer que yo no quiera a la Parroquia de San Juan?

Hoy todo eso se acabó. De aquella familia numerosa sólo queda conmigo un hijo, porque de los otros hijos, una se fue a la patria eterna y los otros constituyeron su propio hogar. También la madre de ellos voló al cielo. Pero de esto no tenéis vosotros la culpa. Yo lo acepto, como venido de las manos de Dios y os doy las gracias porque me habéis deparado la ocasión de recordarlo. Perdonadme porque os haya hablado de ello. Perdonad que desde la última vuelta del camino, que Baroja decía, haya puesto en mi boca lo que el corazón, lleno de memorias, me dictaba. ''Ex abundantia cordis...''.

Y vayamos ya a lo que aquí no tiene congregados. Como buen andaluz que soy -aunque más que andaluz soy español- me temo que para una copla, que mi ignorancia hará corta, ha sido ''muy largo el jipío''.

Este pregón, si es que se puede recibir ese nombre, está dedicado a un fasto memorable en la vida de las Reales Cofradías Fusionadas y precisamente porque en estas fechas -pasado mañana- se cumple el septuagésimoquinto aniversario de la fusión de las Hermandades de Azotes y Columna, Ánimas de Ciegos y Vera Cruz -ya fusionadas antes- con la Cofradía de Exaltación. Y los prolegómenos de este solemne acto fueron así, según nos cuenta la monumental obra del Padre Llordén y Sebastián Souviron, esto es, la ''Historia Documental de las Cofradías y Hermandades de Pasión de la ciudad de Málaga'':

El 20 de agosto de 1891 y en la Iglesia de la Concepción, sede de las Hermandades de Ánimas de Ciegos y de la Vera Cruz, se celebró un acto para tratar de la fusión de estas dos últimas con la Hermandad de Azotes y Columna, a la sazón establecida en la vecina Iglesia de San Juan Bautista desde que se trasladó a ella desde el convento de San Francisco.

Esta Cofradía de Nuestro Padre Jesús de Azotes y Columna goza de una antigüedad presumiblemente superior a 1730, fecha de sus primeros Estatutos, pues se sabe que casi un siglo antes, en 1646, la capilla del Santo Cristo de la Columna, del Convento de San Francisco, era de los herederos de la familia Ventimiglia, iniciadores del culto a la imagen, de la que únicamente se conoce que ya en 1867 se encontraba en la iglesia parroquial de San Juan.

La Cofradía estaba especialmente dedicada al enterramiento de sus hermanos, según aparecen de diversos testamentos que el curioso lector puede encontrar reseñados en el libro de Llordén y Souviron. En el trono se hallan tres figuras: Nuestro Padre Jesús atado a la Columna entre dos sayones que le azotan, del que uno de ellos, según la voz popular, ostentaba el rostro del entonces Gobernador Militar de Málaga y autor del fusilamiento de Torrijos, General González Moreno, así retratado por resentimientos que contra él albergaba el escultor.

Como decíamos, la fusión de la Hermandad con las de Ánimas de Ciegos y Vera Cruz se certificó en el mes de diciembre de 1891, mas es lo cierto que dificultades económicas muy difíciles aconsejaron a los directivos la fusión de las tres ya unidas hermandades con la Cofradía de la Exaltación, que se llevó a término el 31 de mayo de 1913.

Y perdonad otra vez que después de este fárrago de fechas y de históricas circunstancias vuelva otra vez a mis infantiles recuerdos. Y de entre ellos viene a mi memoria la imagen de un niño dibujando con reiterativa insistencia a los nazarenos de la Exaltación, y ello por una razón bien sencilla. En Semana Santa, en esas entrañables fechas en que se reverdecían mis cofradieras ilusiones, los lápices de colores que la munificencia de los Reyes Magos habían dejado en mis zapatos, no tan sólo no existían, sino que de ellos no quedaban ni restos, ni memoria. Y entonces, como únicos útiles de mis pictóricas aficiones, no contaba más que con un rojo y grueso lápiz, ya jubilado de sus primitivas y oficinescas tareas, y otro lápiz negro-¡aquellos Faber del nº2!- y con el rojo y el negro trazaba una y otra vez las túnicas y los capirotes de la Exaltación, cuya imagen no era la de ahora, sino aquella otra que desapareció en un incendió en aquel 21 de julio de 1980, de triste recordación.

La imagen de ahora también está ligada con invisibles, apretados y provinciales lazos a mi vida, pues fue la que presidió el acto, para mí inolvidable, en que pronuncié el 18 de marzo de 1982, víspera de mi Santo patrono San José, el pregón de la Semana Santa. Y entonces dije, sugerí, entre el ruidoso beneplácito de los asistentes, que si un pregón no era sino una exaltación, nada más justo que en años sucesivos fuera la misma imagen de la Exaltación la que presidiera los pregones. Ello no ha sido así, por evidentes razones que desde luego comprendo; pero no ha sido por mi culpa.

Es una imagen bella la del Santísimo Cristo de la Exaltación. Representa el crudelísimo momento en que unos sayones empujan o tiran de la Cruz, sin dolerse de la desvalida carne, doliente como la nuestra, que ya está clavada en el madero. Y allí está Cristo, por culpa de nuestras culpas, víctima inocente de nuestros pecados, de los de todos, de los míos y de los vuestros. Y porque así es, y porque el alma se me encoge y se os encoge, canté una vez, sintiéndome intérprete de todos, con unas palabras que no me resisto a repetir:

A la Cruz ya, Señor, estás clavado.
Para mirar tu muerte sólo falta
que a fuerza de empujones y bien alta
te vean todos al fin de ella colgado.
Todos, sí, todos, pues que hemos pecado
contra tí todos, y a la vista salta
que esa furia ciega que te exalta
de todos las pasiones han andado.
Para mi bien estás pagando
el mal que te inferí, y desde arriba
tu mirada me brinda compasión.
Perdón te pido. Mírame esperando
que por mi llanto de tu amor reciba
el fruto de tu santa exaltación.

Y siguiendo adelante con la historia de la Cofradía del Santísimo Cristo de la Exaltación, diremos que en 1682 la Cofradía del Triunfo, llamada después de la Soledad y finalmente, hasta nuestros días, la de los Dolores, establecida en San Juan, decidió hacer obras de ampliación en su capilla y para ello adquirió a Pedro Díaz de Aranda parte de un terreno que éste tenía en la calleja de San Juan. Dos años más tarde, el 25 de marzo de 1684, vendió un hueco de su pared de su capilla para que fuese colocada la nueva imagen del Santísimo Cristo de la Exaltación. Muchos años después, en 1732, al realizarse en la parroquia unas obras de consideración, la Exaltación trasladó su titilar a la capilla de Vera Cruz. En el lugar que a causa de esta mudanza quedó vacío se colocó un gran cuadro que representaba a San Erasmo

Pero, ¿Cuál fue la fecha fundacional de la Exaltación?

La más antigua referencia la constituye un testamento, fechado en 1665, por el que la testadora dispone que se entierre su cuerpo en la Iglesia de San Juan y precisamente en la sepultura y entierro que tienen los hermanos del Santo Cristo de la Exaltación.

Por uno de esos altibajos tan frecuentes en la vida de las hermandades, la que nos ocupa hubo que reorganizarse en 1749 y los pocos hermanos que a la sazón pertenecían a la Cofradía obtuvieron del propietario de capilla e imagen que las cediese a la hermandad. Redactaron después nuevas Constituciones que se aprobaron el 20 de abril de 1752. En estos Estatutos, que pueden leerse en la tan citada e imprescindible obra de Llordén y Souviron, se dan un sin número de detalles, de los que entresacamos los capítulos 6º, 7º y 8º, por lo que se dispone que cada Domingo de Ramos se entregue a cada hermano un cirio de tres libras para que con él asista a la procesión que sale de San Juan en la tarde del Miércoles Santo; que el Hermano Mayor y el clavero sacristán vayan a la procesión con sus bastones para gobernarla y que los hermanos asistan con modestia y decencia en sus trajes penitentes, con túnicas moradas de holandilla, con sandalias de becerrillo morado y cordón de pitas y con coronas de pita; pero sin flores que causen irrisión. Se dispone, por último, que el Hermano Mayor nombre a los hermanos que con sus hombros habían que llevar la Santa imagen de Jesús por la carrera o procesión, sin permitir que en el trono -notáse bien, trono y no paso- hubiera flor natural alguna para evitar toda discordia y desazón.

En 1863 -9 de mayo- obtiene la Cofradía el título de Real Hermandad, que le concedió Isabel II.

Finalmente en los vandálicos incendios de 1931, a las cuatro semanas de proclamarse en España la Segunda República, la Exaltación perdió sus enseres y de la destrozada sólo quedó el rostro, que encontró, salvó y conservó un fervoroso hermano, Don Fernando López de Lara. A partir de ese rostro se restauró la imagen, que se perdió definitivamente en el ya memorizado incendio del 21 de julio de 1980. Y se talló esta nueva escultura, que presidió el pregón de la Semana Santa de 1982 y que fue bendecida tres días después, el 21 de marzo del ya citado año.

Un dato curioso, que viene a probar el fraternal espíritu que ha presidido desde siempre la vida de nuestras Cofradías, es el que a continuación exponemos. En el Siglo XIX las hermandades radicadas en San Juan salían juntas en la misma procesión: Jesús Nazareno, con su vistoso cortejo de hermanos de luz y de soldados romanos, la Exaltación, Azotes y Columna, la Puente y Nuestra Señora de los Dolores.

Permitidme ahora que dedique unas palabras a las otras Reales Cofradías Fusionadas. Y porqué estas palabras ya las escribí para otra ocasión, permitidme también que con ese mismo sentir os la diga.

¡Dulce Cristo de Ánimas de Ciegos! ¡Dulce Cristo pendiente de la Cruz! Un pobre cristiano, pobre en virtudes; pero quizás no tan pobre en humildades, así se dirigió a tu Divinidad:

Con los ojos abiertos me creaste.
Porque quise pecar los cerré luego.
A nadie he de culpar si quedé ciego.
Si busqué mi desgracia ahora me baste.

Tu puedes, sin embargo, dar al traste
con mi necia maldad y a si te ruego
que olvides mi pecado y mi despego.
Recuerda que del mal me rescataste.

Tan sólo una esperanza ya me queda:
pon tu mano en mis ojos, que yo vea,
y a mis pupila vuélveles el brillo;
mas si mi culpa hiciere que no pueda
romper la oscuridad que me rodea,
Sé Tú, desde la Cruz, mi lazarillo.

Y a María, la de la poética advocación de la Santa Vera Cruz, le dije:

Concepción Dolorosa, Caridad,
Consolación y Lágrimas, Rocío,
y en los templos que están allende el río,
Amargura, Esperanza y Trinidad.

Estrella y Gran Poder, y Soledad,
nombres con que te reza el pueblo mío;
piadosa letanía con que confío
merecer tu perdón. Amor, Piedad.

Y un nombre con sabor a diecisiete
que Málaga musita con fervor
y que el alma nos baña con su luz.

Un nombre que la gloria nos promete,
tu nombre: Virgen del Mayor Dolor,
Señora de la Santa Vera Cruz.

Por último, de entre mis recuerdos saco la mirada que, temeroso, no me atrevía a elevar el flagelado Cristo de Azotes y Columna y que me movió a decirle:

¿Por qué te rezo, pero no te miro?
¿Por qué los ojos en el suelo clavo?
¿Por qué mis culpas con mi llanto lavo
mientras la vista de tu faz retiro?
¿Por qué si a tu perdón lloroso aspiro
y no quisiera ser más que tu esclavo,
un foso entre los dos profundo cavo
y más me aparto mientras más suspiro?
Atado a la columna, tu mirada,
transida de dolor me está diciendo
que asido a tu perdón puedo mirarte,
que olvidas que en aquella madrugada,
a tus espaldas pecador hiriendo
también en tus azotes tomé parte.

Y antes de finalizar este deslavazado pregón, digamos siquiera dos palabras sobre el signo de nuestra redención. Sangriento signo, patíbulo infamante elevado por Cristo a la más suprema de las dignidades.

En pregones anteriores y en otros que seguirán os habrán dicho y os dirán, con vocablos mejor concertados que los míos, toda una impresionante serie de datos históricos. Os habrán contado cómo Elena, la que después fue Santa Elena, la madre de Constantino, halló los sacrosantos maderos en que entregó su vida por nosotros nuestro Divino Redentor, y cómo este providencial hallazgo fue prenuncio de aquel famoso Decreto que en el 313 marcó nuevos rumbos a la Iglesia.

Yo no soy masoquista. Yo, ahora que está de moda decir lo contrario, prefiero, con todos sus defectos, una iglesia constantiniana a una iglesia perseguida. Comprendo que en las catacumbas la iglesia, como grano de trigo enterrado que luego dará al ciento por uno, como grano regado por sangre de mártires, fue el germen de posteriores grandezas. Comprendo también que aquellas crueles persecuciones eran mil veces preferibles a estas otras persecuciones frías y despiadadas, que caracterizan nuestros días y que van desde la injusta supresión de festividades entrañables a la promulgación de leyes sectarias, dictadas en nombre de una libertad inexistente para nosotros. Pero también espero que comprendáis vosotros que el triunfo de la Cruz, reconocido por estados y leyes, es algo hermoso y jamás vituperable. Sin que falten ahora auténticos mártires -díganlo los encarcelados, los perseguidos, los que entregan su vida en gélidas estepas o en ardorosos trópicos – el enemigo ha cambiado sus métodos y prefiere corromper antes que asesinar. Ante ese panorama, prefiero, ya lo he dicho, un estado confesional y fuerte que sin olvidar el respeto a otros credos promueva y defienda la fe de Cristo. Y esa fe, no la olvidemos, está representada por la Cruz, que con sus tristezas precede a la alegre Resurrección.
La solemne liturgia católica, en la función del Viernes Santo, celebra la adoración de la Cruz y al irnos descubriendo esta, nos dice: Ecce lignum Crucis, in quo salus mundi pependit, he aquí el madero de la Cruz, en el cual estuvo colgada la salvación del mundo, y con entrañable reiteración nos lo dice tres veces. Y el Fénix de los Ingenios, el genial Lope de Vega, pone en boca de la Santísima Virgen, dirigido a la Cruz, unos versos admirables, de los que entresacamos estos:

Pues solas nos han dejado,
Yo sin hijo y vos sin dueño,
consolémonos las dos,
pues las dos nos parecemos.
Hízome Dios, cruz divina,
para nacer de mi pecho
y a vos, por mayor favor,
para morir en el vuestro.
Pues como a Dios os adoran
ángeles, hombres y cielo,
morir en vos fue lo más
y nacer de mí lo menos.
Más merecen vuestros brazos
las horas que le tuvieron,
que los años que los míos
le dieron dulce sustento.
Madres suya parecéis
en darle al mundo, aunque muerto,
pero dáisle con dolores,
y yo le parí sin ellos.
Leona sois en el parto,
aunque yo os le dí Cordero;
Mas, pues que blanco os le dí,
¿Por qué me le dais sangriento?.

Por cierto que del versículo en latín que hace muy poco he recitado, dos palabras –lignum crucis– os habrán sonado a familiares, y ello porque en el tesoro de vuestras fusionadas hermandades contáis con una preciada reliquia que en las grandes solemnidades porta un hermano, cubiertos los hombros por un riquísimo humeral que da testimonio del látrico respeto con que honráis unos trozos de aquél mismo madero del que colgó Dios hecho hombre, hombre como nosotros salvo en el pecado y que dio su vida por nosotros.

Y yo os invito y me invito, para terminar, a que todos, vosotros y yo, nos sintamos cirineos que ayuden a Cristo a llevar su Cruz. Esa Cruz que para nosotros no es sino el propio sufrimiento, sublimado por la dedicación que de él hacemos a Dios.

¡Qué hermosa figura la del cirineo! Parco es el Evangelio al hablarnos de él. Sabemos que se llamaba Simón, que era de Cirine, que era padre de Alejandro y Rufo y que volvía del campo cuando encontró cortejo deicida. No tuvo otra opción; pero, ¿podemos imaginar la conmoción que sufrió su alma cuando el Justo, con una mirada, le dio las gracias? De allí nacería un recuerdo imborrable y unos sentimientos de amor que luego, en su ancianidad, transmitiría a Rufo y a Alejandro:

Regresabas del campo y tus afanes
te tenían, Simón, el yantar, sorbido el seso:
el descanso, el yantar, el vino, el beso,
el tributo, las eras y los panes.
De improviso, los gritos, los jayanes,
los soldados, las burlas y aquel preso,
las espaldas sangrando bajo el peso
del madero, la turba y sus desmanes.
Y entre todos tú fuiste el elegido.
-El leño coge, que aún nos falta un trecho-,
despótico te ordena el legionario.
La mirada de un Dios agradecido
y el recuerdo hecho mieles en tu cuerpo:
-Yo le llevé la Cruz hasta el Calvario.


José Luis Hurtado de Mendoza y Bourman.
Cronista de la Agrupación de Cofradías
de Semana Santa de Málaga

29.V.1988

viernes, 13 de febrero de 2009

CARTEL DE SALIDA PROCESIONAL DE FUSIONADAS

Tengo el enorme placer de comentaros que este año el Cartel de las salidas procesionales del Domingo de Ramos, Miércoles Santo y madrugada del Viernes Santo ha recaído en el titular de Ntro. Santísimo Cristo de la Vera+Cruz y Sangre.

CHARLAS PRECUARESMALES

Los próximos días 16, 17 y 18 Febrero a las 20.30 h. en el salón parroquial se impartirán unas charlas precuaresmales, organizadas por la Vocalía de formación religiosa. El teólogo D. Antonio Garcerán será el encargado de coordinarlas, junto con nuestro vocal de formación religiosa, D. José Espejo.

jueves, 12 de febrero de 2009

El culto a la Cruz

El culto a la Cruz es consustancial al cristianismo. Es la señal del cristiano. En el culto al Lignum Crucis se encuentra el fundamento de las Cofradías Cruceras.

En la antigüedad se presentaba la Verdadera Cruz o Vera+Cruz del Salvador en Jerusalén a la presencia de multitud de peregrinos llegados de todas las partes del orbe. Perdida dicha reliquia en el año 614 por el saqueo realizado por los persas a Jerusalén, fue recuperada por el emperador Heraclio en el año 628. Los cristianos de Jerusalén veneraban en el mismo Calvario la Cruz del Redentor, besando la sagrada reliquia. Muy pronto les imitaron los cristianos occidentales, venerando las reliquias de la Vera+Cruz que habían logrado adquirir, hasta que la Iglesia, adoptando esta costumbre, introdujo su práctica de veneración de la Cruz en la liturgia del Viernes Santo.

Pocas semanas después de la conquista de Jerusalén el día 5 de agosto de 1099 una parte de la Vera Cruz fue redescubierta. Siglos antes había sido allí mismo donde se creía que la madre del emperador Constantino, santa Elena, encontró un gran trozo del madero donde fue crucificado Jesús de Nazaret. Entre los cruzados y peregrinos que volvieron a sus países con una reliquia del Lignum Crucis hubo monarcas y altos dignatarios, algunos de los cuales obsequiaron con ella a diversos monasterios, y tanto las reliquias como sus receptáculos fueron puntos de cristalización de la devoción popular. Un estudio comparativo de la Vera Creu d’Anglesola con otros relicarios coetáneos ha mostrado que ésta fue fabricada efectivamente en Jerusalén en la segunda mitad del siglo XII. Y parece verosímil que fuera llevada a Urgell por los mismos canónigos del Santo Sepulcro. Resulta pues cada vez más evidente que la advocación y la reliquia del santo Lignum Crucis o de la Santa Vera Cruz no son fenómenos anteriores al siglo XII en la Península Ibérica, si se deja bien claro de una vez por todas que una cosa es la leyenda o la tradición de la antigüedad de un culto y otra bien distinta los documentos históricos que refrendan su existencia real o no.

En la Baja Edad Media se difundió y desarrolló el culto a la Santa Vera+Cruz, ya hemos reseñado anteriormente las asociaciones de Disciplinantes de la Cruz de Italia [véase la entrada Origen y evolución de las Hermandades de penitencia (I)].

Pero en España, esta devoción está documentada desde el 15 de marzo de 1208, en que es consagrada una iglesia bajo la advocación de la Santa Vera+Cruz en las afueras de Segovia. Esta iglesia pertenecía a los Templarios, los cuales pudieron traer una reliquia del Lignum Crucis de Tierra Santa, ya que el Papa Honorio III le concede la reliquia y confirma su autenticidad por bula otorgada en 1224.

La devoción a la Vera Cruz a través de fragmentos de madera convertidos en reliquias es un precedente lejano del siglo XII de lo que mucho tiempo después a partir del siglo XIV fue la institucionalización colectiva de dicho culto en forma de cofradías. La Vera Cruz, el Santo Grial y la Sangre de Cristo constituyen tres reliquias íntimamente relacionadas entre sí. Hacia finales del siglo XIV y principios del siglo XV así lo demuestra el quehacer de la propia monarquía aragonesa cuando las transmite a la catedral de Valencia inseparablemente porque las tres convergen en el mismo culto a la Santa Cruz y a la Pasión de Cristo.

Es en el siglo XIV cuando esta devoción cobra mucho mayor auge, haciéndose presente su invocación en los mismos documentos oficiales. En las Cortes de Burgos de 1315 se termina jurando: "e juramos a Dios e a la Virgen Sancta María e a la Vera+Cruz e a los Sanctos Evangelios". Igualmente, en las Cortes de Carrión de 1317 la reina, doña María de Molina, jura a la Santa Vera+Cruz.

En 1326, el infante don Juan Manuel lucha y vence a los moros cerca de Antequera, previamente invocó:

"Señor, miembresete de mi e de los christianos que aqui son ayuntados por loor e reverencia de la Sancta Vera+Cruz en que Jhesu Christo tomo muerte e pasion en el Monte Calvario".

Por las citas comprobamos cómo la devoción a la Santa Vera+Cruz estaba profundamente arraigada en el sentir de la época, difundiendo su devoción a las tierras que se iban conquistando.

Las cofradías actuales, sean de la advocación que sean, están obsesionadas por ser las más antiguas en su género. A veces sus cronistas proclaman orígenes medievales donde no los hubo y se apuntan fechas fundacionales que no están documentadas. El historiador profesional que se acerca a estas instituciones para estudiar su pasado debe comenzar por desmitificarlo, separando lo que está inventado de lo que está documentado.

En los reinos hispánicos de la Edad Media, diversas devociones sobre la Cruz y la Sangre de Cristo revitalizadas por el fenómeno de las Cruzadas y el ideal de la Reconquista pasaron a integrarse a partir del siglo XIV en cofradías penitenciales bajo la advocación de la Vera Cruz. El fenómeno se completó a partir del siglo XVI cuando proliferaron en España otras cofradías dedicadas a la Sangre de Cristo que eran muy parecidas en líneas generales a las de la Vera Cruz, hasta el punto de poder afirmarse, en efecto, que ambos tipos de entidades convergen en el origen de la Pasión o de la Semana Santa bajo dos advocaciones diferentes que incluso muchas veces aparecen unidas.

En su estudio sobre las cofradías de la Vera Cruz en Castilla la Nueva (actual Castilla-La Mancha), la profesora Ángela Muñoz resumía la peculiaridad de este tipo de asociaciones religiosas a partir de los siguientes componentes: orientación cristocéntrica; imágenes de Cristo crucificado, fiestas específicas (Jueves Santo, Viernes Santo, Invención de la Cruz el 3 de mayo, Exaltación de la Cruz el 14 de septiembre, Triunfo de la Cruz el 16 de julio, Resurrección, Corpus Christi); disciplina y procesiones penitenciales con flagelación; distinción entre cofrades de la disciplina o de la sangre y cofrades de la luz que no participaban en la disciplina al igual que las mujeres porque estaban excluídas desde el principio. Es curioso que el título de la Vera Cruz para estas cofradías de Castilla la Nueva aparece con no poca frecuencia asociado al de la Sangre de Cristo y en una proporción considerablemente inferior se registra el título de la Sangre de Cristo por sí solo.

En el antiguo Reino de Aragón, según Germán Navarro Espinach (Universidad de Zaragoza), la más antigua de todas es la de la Vera Cruz de Xàtiva. El documento referido no es el acta fundacional de la cofradía sino una segunda confirmación posterior a cargo de Pedro IV, fechada en Zaragoza el 25 de octubre de 1381. Esta entidad se creó por un privilegio de la reina Leonor de Castilla, otorgado en la ciudad de Zaragoza el 21 de octubre de 1333.

La reina Leonor de Castilla, en calidad de señora feudal de Xàtiva, instituye una cofradía bajo la invocación de Nuestro Señor Jesucristo, la Virgen María y la Santa Vera Cruz con el objetivo de que en ella se hagan penitencias, limosnas y obras de caridad y de misericordia. Entre 1333 y 1381 dicha cofradía fue dotada de muchos otros singulares privilegios, gracias, inmunidades, indulgencias y favores por parte tanto de la monarquía como de la iglesia.

Manuel Benítez ha puesto de manifiesto el caso de la cofradía de ciegos de Valencia que en las ordenanzas del año 1329 aparecía bajo el título de la Virgen María, mientras que en los capítulos solicitados en el año 1407 se encontraba bajo el signo de la Vera Cruz.

En estos mismos capítulos se solicitaba cambiar la fiesta anual de la cofradía que era los octavos de Pascua florida a la fiesta de la Exaltación de la Cruz del 14 de septiembre. No resultaría extraño que los ciegos valencianos decidiesen cambiar su advocación a la Vera Cruz al escuchar los sermones de san Vicente Ferrer. Precisamente, en el sermón que predicaba el 14 de septiembre –festividad de la Exaltación de la Santa Cruz y fiesta patronal de la cofradía de ciegos– contaba cómo al principio la Santa Vera Cruz era menospreciada por los infieles, pero después fue muy honrada, sobre todo por los muchos milagros que acontecieron con ella, entre otras cosas porque iluminaba a los ciegos (que il luminava los cechs).

En Zaragoza se ha documentado en 1360 la presencia de una cofradía de la Santa Cruz adscrita a la iglesia parroquial del mismo título. En la parroquia de Santa Engracia en 1394 también existía una cofradía de la Crucifixión del Señor y Santa María55. Sin embargo, fray Roque Alberto Faci da una noticia importantísima sobre la existencia de una cofradía de la Vera Cruz distinta a las anteriores al hablar de las reliquias de la Santa Cruz que se conservaban en el Aragón de su época. La primera reliquia que cita es la que se veneraba en el convento del Carmen de Zaragoza, una preciosísima porción del Lignum Crucis regalada junto con otras reliquias por la reina doña María, esposa de Alfonso V el Magnánimo. La reina fue benefactora del convento y llegó a celebrar en su edificio las cortes de
1441:

“A devocion, y con titulo de esta Santisima Reliquia se fundo en dicho Convento la Antigua Cofadria de la Santa Vera Cruz, y se hacia Procesión de la disciplina, cuyos Cofadres eran los mas Nobles de Zaragoza: consta de las memorias antiguas del Convento, y Bulas de la Cofadria, y lo noto todo el Padre Murillo, en las Excelencias de Zaragoza”.

La fecha de la entrega es de 1450 según documenta como testigo ocular el mismo padre Faci, puesto que la reliquia fue entregada por la reina al convento engastada en una cruz grande de plata sobredorada que en el año 1652 fue restaurada, y que el 21 de abril de 1724 él mismo pudo ver la inscripción que contenía debajo del pie de dicha cruz:

DONA FUERE HUIC. FAC. CAR. CAENOB. PRO AMOR. PIGNO. MAG. A.
REGINA ARAGO. MARIA, ALFON. REG. SPON. ANNO 1450.

Según Faci, la cofradía de la Vera Cruz de Zaragoza celebraba sus fiestas el 3 de mayo y el 14 de septiembre con gran solemnidad, y quizás los excesos en gastos acabaron por consumir la hermandad y toda su grandeza.


En Sevilla, desde el 9 de mayo de 1448, aparece constituida como primera Hermandad penitencial la de la Santa Vera+Cruz, que desde 1468 practicaba la disciplina el Jueves Santo y cuyas Reglas fueron aprobadas el 22 de febrero de 1501 por don Fernando de la Torre, Provisor del Emmo. Sr. Cardenal Arzobispo de Sevilla, don Diego Hurtado de Mendoza.

Durante la segunda mitad del siglo XV comienzan a fundarse las cofradías de la Santa Vera+Cruz, en la mayoría de los casos de la mano de los franciscanos. Estas Cofradías procesionaban en la noche del Jueves al Viernes Santo con una simple cruz o crucifijo, llevado por un clérigo, con gran número de hermanos disciplinándose. Eran procesiones serias, austeras, devotas y penitentes, sin lujo ni boato alguno, saliendo de sus capillas, ermitas u hospitales, se dirigían por caminos y veredas hasta el campo, donde generalmente había un humilladero con una Cruz. Los cofrades iban revestidos de una túnica de lienzo blanca, la cual dejaban caer hasta la cintura los disciplinantes. Al regreso a la ermita u hospital los "hermanos de sangre" se lavaban sus heridas con pócimas y ungüentos que previamente se habían preparado en unas calderas, palanganas o "bacías de lavar los hermanos", expresión que aparece en los textos.

La devoción a la Sangre de Cristo, muy extendida en los siglos XV-XVI, pudo influir en el cambio del culto a la Santa Cruz, dejando de verla como la Cruz gloriosa donde Cristo vence, para convertirse poco a poco en la Cruz dolorosa en la que Cristo muere. En suma, sin negar la divinidad de Jesucristo, se asiste a la progresiva humanización de su figura, especialmente a partir del siglo XIII de la mano de autores como San Francisco de Asís.

Por consiguiente, según Sánchez Herrero, la devoción a la Sangre de Cristo transformará el culto a la Cruz, entendida cada vez más como el lugar donde Cristo ha sufrido su Pasión y ha muerto. Y la aparición de los movimientos de disciplinantes y flagelantes con San Vicente Ferrer en el siglo XV terminará por gestar la eclosión definitiva de las cofradías de la Pasión o de Semana Santa

El arzobispado de Toledo tuvo mucho que ver en la promoción del culto a la Vera Cruz en los reinos hispánicos en los siglos XV y XVI. Me refiero a la figura clave del arzobispo Pedro González de Mendoza (1428-1495), hijo del marqués de Santillana y cardenal desde 1478 adscrito precisamente a la iglesia romana de la Santa Cruz de Jerusalén. La vinculación de su propia imagen a la historia de la invención de la Santa Cruz fue constante desde entonces con atención particular a Santa Elena por ser la descubridora de la Vera Cruz enterrada en el Gólgota.

Entre otras cosas, además de ser fundador del Colegio Mayor de la Santa Cruz de Valladolid, en su testamento determinó la fundación de un hospital en Toledo que debería estar asimismo bajo la advocación de la Santa Cruz, y al cual nombró su heredero universal. Su capilla funeraria en la catedral toledana se dedicó a Santa Elena e, incluso, su famoso terno de terciopelo labrado estuvo dedicado en su parte más importante, el capillo, al descubrimiento de la Santa Cruz. Además, en el bordado de dicho capillo la figura de Santa Elena recuerda algunos de los retratos de la reina Isabel la Católica, de quien el cardenal fue gran colaborador, a modo de identificación de la reina con la santa emperatriz.

El Abad Alonso Sánchez Gordillo exalta esta Cofradía como ninguna otra:

"Después de las Cofradías y devoción al Santísimo Sacramento del Altar (...) entra en este lugar la Venerable Cofradía de la Santa Vera+Cruz, llamada en sus primeros principios de la Sangre por haber sido la primera en que la disciplina pública se hacía (...) y de la que se hizo en esta Ciudad tomaron ejemplo e imitación todos los demás pueblos y ciudades vecinas, de manera que en todos, grandes y pequeños, hay esta devoción".
Y efectivamente esto fue así, pues en 1514, aparece entre otras la de Albaida "que es sostenida por la piedad de sus cofrades". Luego, la existencia de la citada Hermandad data, cuando menos, de la primera década del siglo XVI, aunque con toda seguridad fue fundada en la centuria anterior, pues ya en la fecha citada sus cofrades sostenían el culto con sus propias limosnas y poseían Hospital propio.

Estas hermandades de la Santa Vera+Cruz se vieron favorecidas por multitud de gracias e indulgencias que les otorgaron los papas Julio II, en 1508, y León X, en 1515.

Caso parecido al del cardenal Mendoza, muy devoto de la Santa Cruz, es el de Francisco de Quiñones (1475-1540), general de los franciscanos y también cardenal del título de la Santa Cruz de Jerusalén en Roma.
En el primer tercio del siglo XVI se suscita la controversia sobre la conveniencia de que existieran los disciplinantes en las procesiones y sobre si ello contribuía a la ejemplaridad y fervor que tales procesiones debían ofrecer. La controversia vino a ser resuelta el 7 de enero de 1.536 con una resolución del Papa Paulo III, transmitida de viva voz, vivae vocis oraculo, al Cardenal del título de Santa Cruz de Jerusalén, D. Francisco de Quiñones, por la que el Papa concede importantes gracias e indulgencias a todos los cofrades de la Vera Cruz que asistieren con penitencia o luz en la procesión del Viernes Santo. Esta resolución, recogida por escrito por el Cardenal, fue seguidamente remitida el 5 de febrero a la Cofradía de la VERA CRUZ de Toledo, junto con una carta del Doctor D. Pedro Ortiz, en la que este Doctor explicaba las razones de tales privilegios y daba normas para su disfrute.

Este reconocimiento papal hacia las Cofradías penitenciales de la Santa Vera+Cruz avivó en las ya fundadas su espíritu y devoción, y provocó la fundación de otras muchas bajo la misma advocación.
Posiblemente a raíz de estos hechos, la Hermandad de la Vera Cruz de Sevilla reforma sus Reglas en 1.538, separando los Hermanos de luz y de sangre, pidiendo además copia de estos documentos a la cofradía toledana y Carta de Hermandad con ella, los cuales le fueron remitidos el 15 de mayo de 1.539. Mas, como nuestra Hermandad solía hacer su Estación de Penitencia el Jueves Santo y las gracias y beneficios papales se referían al Viernes de la Cruz, la cofradía sevillana solicita de la Santa Sede el poderlos disfrutar sin cambiar de día, recibiendo la contestación favorable a sus pretensiones.

Un traslado de ese documento en que se concedían dichas indulgencias fue realizado años más tarde, en 1570, por el escribano de la cofradía de la Vera Cruz de Toledo a petición de la cofradía de la Vera Cruz de Requena, fundada hacia 1560. Según José Antonio Díaz, dichas indulgencias y las prácticas generales de culto, disciplina y procesión habían sido adoptadas antes tanto en la cofradía toledana como en la cofradía de la Vera Cruz de la ciudad de Valencia, tal y como se puede ver en el capítulo segundo de las constituciones primitivas de la misma, conservadas originales en su archivo
Desde entonces quedó establecido definitivamente el hacer Estación de Penitencia en la tarde noche del Jueves Santo, saliendo a las diez de la noche y haciendo estación en el Sagrario del Convento de San Francisco, en la Santa Iglesia Catedral y en los templos del Salvador, la Magdalena y San Pablo, recogiéndose alrededor de la una de la madrugada.
Poco después, el 28 de mayo de 1.543, el Superior General de la Orden Franciscana, Fray Juan Calvo, extiende desde Logroño una cédula a favor de todos los cofrades de la VERA CRUZ por la que se hacen partícipes de todos los bienes espirituales y méritos que la Orden ganase por sus buenas obras.
En años sucesivos, los Papas Pío IV y Gregorio XIII conceden nuevos beneficios, gracias e indulgencias a esta Cofradía, lo que hace que, junto con la fama y admiración que despiertan sus cultos y sus numerosas obras caritativas, y el ser una de las más ricas y antiguas de la ciudad, la conviertan en la primera de ellas y en modelo de imitación de cuantas cofradías no dejan de fundarse por toda la región.
En 1.562, mereciendo la Hermandad la admiración, estima y devoción del Rey Felipe II, lo acoge entre sus Hermanos, disfrutando con ello de su protección real.
Las gracias e indulgencias papales y las disposiciones conciliares alentaron aún más la práctica de la disciplina pública, orientándose esta Hermandad hacia este carácter estrictamente penitencial propio y característico de las Cofradías de la Santa Vera+Cruz, lucrándose así de las múltiples gracias concedidas.

En 1561 se produce una reforma de Reglas de todas las Hermandades de esta advocación existentes en el Arzobispado de Sevilla a instancias de don Fernando Valdés quien, así mismo, las aprueba. En la relación de Hermandades aparece la de Albaida.

Ante tal cúmulo de gracias y prerrogativas disfrutadas por la Hermandad, numerosas personas ilustres y principales ingresan en ella, alcanzando tal volumen e importancia el caudal dedicado a sus obras asistenciales que los Oficiales de su Junta resultan insuficientes para su gobierno y es necesario crear una Comisión de Hacienda, aprobándose en 1.565 unas reglas separadas para regular la administración de sus bienes y los cargos de administradores y tesoreros.

Basándonos en el contenido de estas Reglas, podemos configurar la organización, cultos, procesiones, obligaciones y fines de las Cofradías que estudiamos.

Tras el Protocolo inical de constitución de la Cofradía, comienzan las Ordenanzas o Reglas que han de guardar los cofrades:
"En el nombre de Dios e de Sancta María e de toda la cohorte celestial. Porque las buenas obras que los hombres hacen nunca mueren, por ende, nos los cofrades de la Cofradía de la Sancta e Vera+Cruz, así los que ahora somos como los que serán de aquí adelante, establecemos la dicha Cofradía e Hermandad a loor de la Sancta Trinidad, que es Padre e Hijo e Espíritu Sancto, que son tres personas e un Dios verdadero, e a honra e alabamiento de la Virgen Sancta María, Nuestra Señora, e de la Sancta e Vera+Cruz ..."
En el capítulo de cultos y procesiones, se especifica:
"E que hagamos la procesión de disciplina el Jueves Sancto en la noche con asistencia de la Hermandad como es uso e costumbre. E los oficiales de la nuestra Cofradía nombren los cofrades que han de portar las insignias, e que el prioste aderece el Hospital con la mayor decencia, e los alcaldes conviden a los clérigos para el Sermón. E otrosi, que los cofrades tomen la disciplina o iluminen con sus hachas.
E así mesmo establecemos e ordenamos que tengamos una fiesta el día de la Cruz de Mayo, y todo cofrade que fuere en la Villa que venga el día de su víspera, e que vayamos todos a la víspera e que tengamos candelas e que arda el cirio e las candelas desde que comenzaran las vísperas hasta que sean dichas. Y todo cofrade que no fuere siendo sano e muñido que peche media libra de cera. E al otro día a la misa, que arda el cirio e que tengamos nuestras candelas e ofrezca cada uno lo que quisiere. E asista la Hermandad a la procesión general de dicho día de la Cruz. E el cofrade que no fuere que peche la misma pena. E que nos digan los clérigos una vigilia por los cofrades finados, e que arda nuestro cirio e que tengamos candelas desde que comenzare la vigilia hasta que sea dicha. Y el que a esta vigilia no fuere que peche media libra de cera. E al otro día que nos digan los clérigos una misa de réquiem por las ánimas de nuestros cofrades defuntos, que los perdone Dios e a nos traiga a buen fin. E dicha la misa, andemos en procesión al cementerio con los clérigos, e con el cirio e con las candelas, por ánimas de nuestros cofrades e por nuestros defuntos, bien e ordenadamente; y andada la procesión, que volvamos a la nuestra iglesia".
Como hemos reiterado varias veces, la estación penitencial tenía un marcado carácter de austeridad, reflejado incluso en las propias Reglas.

Por los estudios realizados por diversos autores y tratadistas, estaría formada por algunas insignias, un Santo Cristo o Crucifijo portado por clérigos, y los hermanos de luz y sangre. Desde que la Hermandad de la Santa Vera+Cruz de Sevilla incorporara la Imagen de Nuestra Señora en 1536, a imitación de la de Toledo que lo hacía anteriormente, se generaliza esta costumbre en el resto de las Hermandades de esta advocación. Iba en unas sencillísimas andas "sin palio ni cubierta alguna ... ni vestidos de brocado de color, ni corona imperial, ni bajo palio suntuoso, ni debajo de dosel de estado", éstos serían añadidos a partir del siglo XVII.

A comienzos del siglo XVII eran tantas las cofradías que salían, aunque muchas de ellas con escasas posibilidades, y tales los desórdenes que ello causaba en cuanto a la prelación en el paso por las calles, que se decreta la reducción y fusión de muchas de ellas. No obstante, la de la VERA CRUZ, por ser tan principal, no se ve afectada por ello.

El año de 1.992 fue de una especial relevancia en la historia de la Hermandad. La Confraternidad de Hermandades de la Vera Cruz celebró el I Congreso Mundial de Hermandades de la VERA CRUZ, de especial resonancia en todo el mundo cofrade. Por este motivo se custodió con gran honra en la Capilla de la Hermandad, durante la madrugada del día 22 de marzo y en permanente vela, la Reliquia del Santo Lignum Crucis del Monasterio de Santo Toribio de Liébana, depositado por S.E. el Obispo de Cantabria, que celebró solemne Eucaristía en aquella tarde.

Romualdo de Gelo

martes, 3 de febrero de 2009

II Jornadas de Formación Cofrade y Organización Procesional

La Vocalía de Juventud vuelve a convocarnos en las II Jornadas de Formación Cofrade y Organización Procesional que ya se realizaron el año pasado y que nos vinieron muy bien a todos los que participamos en ellas. Este año repiten la experiencia, serán los próximos días 31 de marzo y 2 de abril y se impartirán en las dependencias de nuestra Hermandad. Os animamos a que participéis porque son realmente interesantes.