(Artículo sobre la relación Vera+Cruz y Mena publicado en el boletín de la Congregación de Mena)
LOS ARCONES
Para los menos veteranos que no los conocieron, los arcones eran unos baúles de considerable tamaño donde se guardaban los enseres, túnicas y demás elementos del patrimonio, ya que no se disponía de almacén alguno para su conservación. Eran el germen primigenio de la albacería de los años 50 y 60. Era la historia olvidada de nuestra Congregación de la posguerra, que conviene recordar, entre otras cosas, para poder valorar lo que hoy tenemos
Esta nueva sección, que eufemísticamente titulo “Los Arcones”, pretende recordar a los más mayores y ens Esta nueva sección, que eufemísticamente titulo “Los Arcones”, pretende recordar a los más mayores y enseñar a los demás, momentos, circunstancias, sucesos y recuerdos del ayer mismo de nuestra Congregación
UNA BONITA (Y DESCONOCIDA) TRADICIÓN
Quizás alguno de ustedes haya visto la sobria estación de penitencia del Santísimo Cristo de la Santa Vera-Cruz, de las Reales Cofradías Fusionadas, que sale cuando todavía no han llegado las primeras luces de los Viernes Santo de cada año, hace un recorrido cortito, camino de la Catedral, y vuelve a San Juan, cuando todavía están limpiando las calles de los restos que la multitud procesionista del Jueves Santo fue dejando como reguero y testimonio de su presencia.
Y quizás, si la curiosidad del espectador ha sido más precisa, podría haber visto, fijando la mirada en el monte del trono, a los pies de la imagen del Santísimo Cristo, una pequeña canastilla con algunas flores, una o dos azucenas blancas enmarcadas en humildes bouganvilleas moradas, algo ajadas, todo ello sobre una cama de tiras de esparraguera. Explicar ese detalle es el deseo de este artículo, que no me resisto a compartir con los lectores de nuestra revista MENA.
Como todas las historias, la presente arranca de diversas ramificaciones, no necesariamente coincidentes en el tiempo, que terminan uniéndose para crear el tema que nos ocupa. Pero eran necesarias.
Era necesario que el trono de nuestra Virgen de la Soledad tuviera unos arbotantes, inicialmente con poca talla y después con mala conservación, para que por los albaceas de la época, se decidiera decorarlos con tiras de esparraguera a fin de disimular los defectos citados. Aquello se convirtió en tradición, manteniéndose la costumbre, aun después de su reparación del año 79. Todavía hoy, con nuestro trono nuevo, a los pies de la Virgen, siempre va un centro de esparragueras con dos o tres calas. Las buenas costumbres hay que mantenerlas, y lo que fue un signo de identidad durante muchísimos años debemos procurar respetarlos.
Evidentemente, había sido necesario, que en tiempos de Vicente Pineda, Hermano Mayor, falleciera en 1992 un abogado conocido, Arturo Díaz, congregante menoso, y que Vicente se hiciera cargo de su albacería profesional, o como se llame en la abogacía arreglar los asuntos pendientes que llevaba su compañero, nuestro hermano Arturo. Esa circunstancia nos permitió conocer a una persona entrañable, procurador de los tribunales, cofrade fusionado, de una categoría personal extraordinaria, que rápidamente nos conquistó con su buen espíritu y optimismo natural. Como no podía ser de otra manera, Juan Manuel Mesa Carpintero, que así se llamaba nuestro nuevo hermano, sin renunciar a su filiación fusionada, también engrosó las listas de nuestra Congregación.
También fue necesario, que el año 1993, cuando nuestra procesión terminaba el encierro, nos encontráramos a nuestro buen amigo y querido cofrade Antonio Domínguez con cara de apuro y preocupación. Nos contó que aquel año habían encargado unos tulipanes especiales (creo que de color negro), para el monte del trono, y que el transporte les había fallado. Eran las dos y media de la mañana, a tres o cuatro horas de su salida, y no había forma de arreglar el problema. El problema de un cofrade en su procesión es automáticamente asumido por cualquiera que sepa vestir una túnica, y la solución fue inmediata: Rápidamente, por el equipo de albacería fue desmontado todo el adorno de esparragueras, la mayor parte (lo que se pudo aprovechar) de las bouganvilleas del Cristo, y como aportación extra, el detalle preciosista, una de las canastillas de azucenas del trono de la Virgen. Por si les servía. Allá que se fueron, a trabajar, que el tiempo apremiaba, pero al menos, con la tranquilidad de haber resuelto su problema.
Y también era desgraciadamente necesario, para que la trama de esta historia se desarrollara, que Juan Manuel Mesa, por problemas que fueron juzgados y por lo tanto no procede detallar, recibiera una noche una paliza posiblemente de alguien al que no gustaba que viviera en el edificio donde tenía su casa, a causa de la cual, un tiempo después, en mayo de 1996, falleció.
Y concatenando todos estos hechos previos y necesarios, en la madrugada del Viernes Santo del año siguiente, cuando encerramos nuestros tronos, fueron bajadas las imágenes y colocadas en su camarín, por otro congregante amigo de todos los citados, José Antonio Alcalá, se propuso y se llevó a cabo, llevar a San Juan, en recuerdo de Juan Manuel y en homenaje a su memoria y su devoción por su Cristo de la Vera Cruz, un pequeño recuerdo floral, que año tras año, entre los tulipanes negros que adornan tan austero y severo monte, da un golpe de color distinto al severo tradicional que corresponde con el carácter de esta ejemplar sección de las Reales Cofradías Fusionadas.
Año tras año, el acto se ha repetido, (con la excepción de alguno por motivos de fuerza mayor), y para el que no conozca el momento, es realmente aleccionador, comprobar con el cariño que nos reciben, con la devoción y sentimiento que juntos rezamos un padrenuestro a los pies del trono. Y, si no fuera serio, sería para reír, ver las caras derrotadas de unos pocos menosos con las señales de siete horas de procesión, más el añadido de tres más para desmontar y el traslado de vuelta, rodeados del cariño y la expectación de unos hermanos que se preparan para su salida.
Siempre, como digo, tienen un detalle cariñoso con nosotros, hasta tal punto, que algún año, su Mayordoma, (en Fusionadas tienen este título los responsables de cada una de las seis secciones que la forman), Raquel Espejo, nos propuso participar en su procesión con nuestros congregantes nazarenos, formando una especie de representación menosa en la misma. La prudencia (y el enorme cansancio), nos aconsejó renunciar a este honor, que naturalmente agradecimos en el alma.
Hasta aquí esta pequeña historia cofrade, desconocida por muchos, pero que no me gustaría que se perdiera. Realmente, es un pequeño sacrificio añadido, pero que compensa, porque así, con las letras pequeñitas, escribimos la gran historia de nuestra Semana Santa, Semana de Sentimientos. Y de amor por nuestros hermanos que faltan.
R. Gómez
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