El culto a la Cruz es consustancial al cristianismo. Es la señal del cristiano. En el culto al Lignum Crucis se encuentra el fundamento de las Cofradías Cruceras.
En la antigüedad se presentaba la Verdadera Cruz o Vera+Cruz del Salvador en Jerusalén a la presencia de multitud de peregrinos llegados de todas las partes del orbe. Perdida dicha reliquia en el año 614 por el saqueo realizado por los persas a Jerusalén, fue recuperada por el emperador Heraclio en el año 628. Los cristianos de Jerusalén veneraban en el mismo Calvario la Cruz del Redentor, besando la sagrada reliquia. Muy pronto les imitaron los cristianos occidentales, venerando las reliquias de la Vera+Cruz que habían logrado adquirir, hasta que la Iglesia, adoptando esta costumbre, introdujo su práctica de veneración de la Cruz en la liturgia del Viernes Santo.
Pocas semanas después de la conquista de Jerusalén el día 5 de agosto de 1099 una parte de la Vera Cruz fue redescubierta. Siglos antes había sido allí mismo donde se creía que la madre del emperador Constantino, santa Elena, encontró un gran trozo del madero donde fue crucificado Jesús de Nazaret. Entre los cruzados y peregrinos que volvieron a sus países con una reliquia del Lignum Crucis hubo monarcas y altos dignatarios, algunos de los cuales obsequiaron con ella a diversos monasterios, y tanto las reliquias como sus receptáculos fueron puntos de cristalización de la devoción popular. Un estudio comparativo de la Vera Creu d’Anglesola con otros relicarios coetáneos ha mostrado que ésta fue fabricada efectivamente en Jerusalén en la segunda mitad del siglo XII. Y parece verosímil que fuera llevada a Urgell por los mismos canónigos del Santo Sepulcro. Resulta pues cada vez más evidente que la advocación y la reliquia del santo Lignum Crucis o de la Santa Vera Cruz no son fenómenos anteriores al siglo XII en la Península Ibérica, si se deja bien claro de una vez por todas que una cosa es la leyenda o la tradición de la antigüedad de un culto y otra bien distinta los documentos históricos que refrendan su existencia real o no.
En la Baja Edad Media se difundió y desarrolló el culto a la Santa Vera+Cruz, ya hemos reseñado anteriormente las asociaciones de Disciplinantes de la Cruz de Italia [véase la entrada Origen y evolución de las Hermandades de penitencia (I)].
Pero en España, esta devoción está documentada desde el 15 de marzo de 1208, en que es consagrada una iglesia bajo la advocación de la Santa Vera+Cruz en las afueras de Segovia. Esta iglesia pertenecía a los Templarios, los cuales pudieron traer una reliquia del Lignum Crucis de Tierra Santa, ya que el Papa Honorio III le concede la reliquia y confirma su autenticidad por bula otorgada en 1224.
La devoción a la Vera Cruz a través de fragmentos de madera convertidos en reliquias es un precedente lejano del siglo XII de lo que mucho tiempo después a partir del siglo XIV fue la institucionalización colectiva de dicho culto en forma de cofradías. La Vera Cruz, el Santo Grial y la Sangre de Cristo constituyen tres reliquias íntimamente relacionadas entre sí. Hacia finales del siglo XIV y principios del siglo XV así lo demuestra el quehacer de la propia monarquía aragonesa cuando las transmite a la catedral de Valencia inseparablemente porque las tres convergen en el mismo culto a la Santa Cruz y a la Pasión de Cristo.
Es en el siglo XIV cuando esta devoción cobra mucho mayor auge, haciéndose presente su invocación en los mismos documentos oficiales. En las Cortes de Burgos de 1315 se termina jurando: "e juramos a Dios e a la Virgen Sancta María e a la Vera+Cruz e a los Sanctos Evangelios". Igualmente, en las Cortes de Carrión de 1317 la reina, doña María de Molina, jura a la Santa Vera+Cruz.
En 1326, el infante don Juan Manuel lucha y vence a los moros cerca de Antequera, previamente invocó:
"Señor, miembresete de mi e de los christianos que aqui son ayuntados por loor e reverencia de la Sancta Vera+Cruz en que Jhesu Christo tomo muerte e pasion en el Monte Calvario".
Por las citas comprobamos cómo la devoción a la Santa Vera+Cruz estaba profundamente arraigada en el sentir de la época, difundiendo su devoción a las tierras que se iban conquistando.
Las cofradías actuales, sean de la advocación que sean, están obsesionadas por ser las más antiguas en su género. A veces sus cronistas proclaman orígenes medievales donde no los hubo y se apuntan fechas fundacionales que no están documentadas. El historiador profesional que se acerca a estas instituciones para estudiar su pasado debe comenzar por desmitificarlo, separando lo que está inventado de lo que está documentado.
En los reinos hispánicos de la Edad Media, diversas devociones sobre la Cruz y la Sangre de Cristo revitalizadas por el fenómeno de las Cruzadas y el ideal de la Reconquista pasaron a integrarse a partir del siglo XIV en cofradías penitenciales bajo la advocación de la Vera Cruz. El fenómeno se completó a partir del siglo XVI cuando proliferaron en España otras cofradías dedicadas a la Sangre de Cristo que eran muy parecidas en líneas generales a las de la Vera Cruz, hasta el punto de poder afirmarse, en efecto, que ambos tipos de entidades convergen en el origen de la Pasión o de la Semana Santa bajo dos advocaciones diferentes que incluso muchas veces aparecen unidas.
En su estudio sobre las cofradías de la Vera Cruz en Castilla la Nueva (actual Castilla-La Mancha), la profesora Ángela Muñoz resumía la peculiaridad de este tipo de asociaciones religiosas a partir de los siguientes componentes: orientación cristocéntrica; imágenes de Cristo crucificado, fiestas específicas (Jueves Santo, Viernes Santo, Invención de la Cruz el 3 de mayo, Exaltación de la Cruz el 14 de septiembre, Triunfo de la Cruz el 16 de julio, Resurrección, Corpus Christi); disciplina y procesiones penitenciales con flagelación; distinción entre cofrades de la disciplina o de la sangre y cofrades de la luz que no participaban en la disciplina al igual que las mujeres porque estaban excluídas desde el principio. Es curioso que el título de la Vera Cruz para estas cofradías de Castilla la Nueva aparece con no poca frecuencia asociado al de la Sangre de Cristo y en una proporción considerablemente inferior se registra el título de la Sangre de Cristo por sí solo.
En el antiguo Reino de Aragón, según Germán Navarro Espinach (Universidad de Zaragoza), la más antigua de todas es la de la Vera Cruz de Xàtiva. El documento referido no es el acta fundacional de la cofradía sino una segunda confirmación posterior a cargo de Pedro IV, fechada en Zaragoza el 25 de octubre de 1381. Esta entidad se creó por un privilegio de la reina Leonor de Castilla, otorgado en la ciudad de Zaragoza el 21 de octubre de 1333.
La reina Leonor de Castilla, en calidad de señora feudal de Xàtiva, instituye una cofradía bajo la invocación de Nuestro Señor Jesucristo, la Virgen María y la Santa Vera Cruz con el objetivo de que en ella se hagan penitencias, limosnas y obras de caridad y de misericordia. Entre 1333 y 1381 dicha cofradía fue dotada de muchos otros singulares privilegios, gracias, inmunidades, indulgencias y favores por parte tanto de la monarquía como de la iglesia.
Manuel Benítez ha puesto de manifiesto el caso de la cofradía de ciegos de Valencia que en las ordenanzas del año 1329 aparecía bajo el título de la Virgen María, mientras que en los capítulos solicitados en el año 1407 se encontraba bajo el signo de la Vera Cruz.
En estos mismos capítulos se solicitaba cambiar la fiesta anual de la cofradía que era los octavos de Pascua florida a la fiesta de la Exaltación de la Cruz del 14 de septiembre. No resultaría extraño que los ciegos valencianos decidiesen cambiar su advocación a la Vera Cruz al escuchar los sermones de san Vicente Ferrer. Precisamente, en el sermón que predicaba el 14 de septiembre –festividad de la Exaltación de la Santa Cruz y fiesta patronal de la cofradía de ciegos– contaba cómo al principio la Santa Vera Cruz era menospreciada por los infieles, pero después fue muy honrada, sobre todo por los muchos milagros que acontecieron con ella, entre otras cosas porque iluminaba a los ciegos (que il luminava los cechs).
En Zaragoza se ha documentado en 1360 la presencia de una cofradía de la Santa Cruz adscrita a la iglesia parroquial del mismo título. En la parroquia de Santa Engracia en 1394 también existía una cofradía de la Crucifixión del Señor y Santa María55. Sin embargo, fray Roque Alberto Faci da una noticia importantísima sobre la existencia de una cofradía de la Vera Cruz distinta a las anteriores al hablar de las reliquias de la Santa Cruz que se conservaban en el Aragón de su época. La primera reliquia que cita es la que se veneraba en el convento del Carmen de Zaragoza, una preciosísima porción del Lignum Crucis regalada junto con otras reliquias por la reina doña María, esposa de Alfonso V el Magnánimo. La reina fue benefactora del convento y llegó a celebrar en su edificio las cortes de
1441:
“A devocion, y con titulo de esta Santisima Reliquia se fundo en dicho Convento la Antigua Cofadria de la Santa Vera Cruz, y se hacia Procesión de la disciplina, cuyos Cofadres eran los mas Nobles de Zaragoza: consta de las memorias antiguas del Convento, y Bulas de la Cofadria, y lo noto todo el Padre Murillo, en las Excelencias de Zaragoza”.
La fecha de la entrega es de 1450 según documenta como testigo ocular el mismo padre Faci, puesto que la reliquia fue entregada por la reina al convento engastada en una cruz grande de plata sobredorada que en el año 1652 fue restaurada, y que el 21 de abril de 1724 él mismo pudo ver la inscripción que contenía debajo del pie de dicha cruz:
DONA FUERE HUIC. FAC. CAR. CAENOB. PRO AMOR. PIGNO. MAG. A.
REGINA ARAGO. MARIA, ALFON. REG. SPON. ANNO 1450.
Según Faci, la cofradía de la Vera Cruz de Zaragoza celebraba sus fiestas el 3 de mayo y el 14 de septiembre con gran solemnidad, y quizás los excesos en gastos acabaron por consumir la hermandad y toda su grandeza.
En Sevilla, desde el 9 de mayo de 1448, aparece constituida como primera Hermandad penitencial la de la Santa Vera+Cruz, que desde 1468 practicaba la disciplina el Jueves Santo y cuyas Reglas fueron aprobadas el 22 de febrero de 1501 por don Fernando de la Torre, Provisor del Emmo. Sr. Cardenal Arzobispo de Sevilla, don Diego Hurtado de Mendoza.
Durante la segunda mitad del siglo XV comienzan a fundarse las cofradías de la Santa Vera+Cruz, en la mayoría de los casos de la mano de los franciscanos. Estas Cofradías procesionaban en la noche del Jueves al Viernes Santo con una simple cruz o crucifijo, llevado por un clérigo, con gran número de hermanos disciplinándose. Eran procesiones serias, austeras, devotas y penitentes, sin lujo ni boato alguno, saliendo de sus capillas, ermitas u hospitales, se dirigían por caminos y veredas hasta el campo, donde generalmente había un humilladero con una Cruz. Los cofrades iban revestidos de una túnica de lienzo blanca, la cual dejaban caer hasta la cintura los disciplinantes. Al regreso a la ermita u hospital los "hermanos de sangre" se lavaban sus heridas con pócimas y ungüentos que previamente se habían preparado en unas calderas, palanganas o "bacías de lavar los hermanos", expresión que aparece en los textos.
La devoción a la Sangre de Cristo, muy extendida en los siglos XV-XVI, pudo influir en el cambio del culto a la Santa Cruz, dejando de verla como la Cruz gloriosa donde Cristo vence, para convertirse poco a poco en la Cruz dolorosa en la que Cristo muere. En suma, sin negar la divinidad de Jesucristo, se asiste a la progresiva humanización de su figura, especialmente a partir del siglo XIII de la mano de autores como San Francisco de Asís.
Por consiguiente, según Sánchez Herrero, la devoción a la Sangre de Cristo transformará el culto a la Cruz, entendida cada vez más como el lugar donde Cristo ha sufrido su Pasión y ha muerto. Y la aparición de los movimientos de disciplinantes y flagelantes con San Vicente Ferrer en el siglo XV terminará por gestar la eclosión definitiva de las cofradías de la Pasión o de Semana Santa
El arzobispado de Toledo tuvo mucho que ver en la promoción del culto a la Vera Cruz en los reinos hispánicos en los siglos XV y XVI. Me refiero a la figura clave del arzobispo Pedro González de Mendoza (1428-1495), hijo del marqués de Santillana y cardenal desde 1478 adscrito precisamente a la iglesia romana de la Santa Cruz de Jerusalén. La vinculación de su propia imagen a la historia de la invención de la Santa Cruz fue constante desde entonces con atención particular a Santa Elena por ser la descubridora de la Vera Cruz enterrada en el Gólgota.
Entre otras cosas, además de ser fundador del Colegio Mayor de la Santa Cruz de Valladolid, en su testamento determinó la fundación de un hospital en Toledo que debería estar asimismo bajo la advocación de la Santa Cruz, y al cual nombró su heredero universal. Su capilla funeraria en la catedral toledana se dedicó a Santa Elena e, incluso, su famoso terno de terciopelo labrado estuvo dedicado en su parte más importante, el capillo, al descubrimiento de la Santa Cruz. Además, en el bordado de dicho capillo la figura de Santa Elena recuerda algunos de los retratos de la reina Isabel la Católica, de quien el cardenal fue gran colaborador, a modo de identificación de la reina con la santa emperatriz.
El Abad Alonso Sánchez Gordillo exalta esta Cofradía como ninguna otra:
"Después de las Cofradías y devoción al Santísimo Sacramento del Altar (...) entra en este lugar la Venerable Cofradía de la Santa Vera+Cruz, llamada en sus primeros principios de la Sangre por haber sido la primera en que la disciplina pública se hacía (...) y de la que se hizo en esta Ciudad tomaron ejemplo e imitación todos los demás pueblos y ciudades vecinas, de manera que en todos, grandes y pequeños, hay esta devoción".
Y efectivamente esto fue así, pues en 1514, aparece entre otras la de Albaida "que es sostenida por la piedad de sus cofrades". Luego, la existencia de la citada Hermandad data, cuando menos, de la primera década del siglo XVI, aunque con toda seguridad fue fundada en la centuria anterior, pues ya en la fecha citada sus cofrades sostenían el culto con sus propias limosnas y poseían Hospital propio.
Estas hermandades de la Santa Vera+Cruz se vieron favorecidas por multitud de gracias e indulgencias que les otorgaron los papas Julio II, en 1508, y León X, en 1515.
Caso parecido al del cardenal Mendoza, muy devoto de la Santa Cruz, es el de Francisco de Quiñones (1475-1540), general de los franciscanos y también cardenal del título de la Santa Cruz de Jerusalén en Roma.
En el primer tercio del siglo XVI se suscita la controversia sobre la conveniencia de que existieran los disciplinantes en las procesiones y sobre si ello contribuía a la ejemplaridad y fervor que tales procesiones debían ofrecer. La controversia vino a ser resuelta el 7 de enero de 1.536 con una resolución del Papa Paulo III, transmitida de viva voz, vivae vocis oraculo, al Cardenal del título de Santa Cruz de Jerusalén, D. Francisco de Quiñones, por la que el Papa concede importantes gracias e indulgencias a todos los cofrades de la Vera Cruz que asistieren con penitencia o luz en la procesión del Viernes Santo. Esta resolución, recogida por escrito por el Cardenal, fue seguidamente remitida el 5 de febrero a la Cofradía de la VERA CRUZ de Toledo, junto con una carta del Doctor D. Pedro Ortiz, en la que este Doctor explicaba las razones de tales privilegios y daba normas para su disfrute.
Este reconocimiento papal hacia las Cofradías penitenciales de la Santa Vera+Cruz avivó en las ya fundadas su espíritu y devoción, y provocó la fundación de otras muchas bajo la misma advocación.
Posiblemente a raíz de estos hechos, la Hermandad de la Vera Cruz de Sevilla reforma sus Reglas en 1.538, separando los Hermanos de luz y de sangre, pidiendo además copia de estos documentos a la cofradía toledana y Carta de Hermandad con ella, los cuales le fueron remitidos el 15 de mayo de 1.539. Mas, como nuestra Hermandad solía hacer su Estación de Penitencia el Jueves Santo y las gracias y beneficios papales se referían al Viernes de la Cruz, la cofradía sevillana solicita de la Santa Sede el poderlos disfrutar sin cambiar de día, recibiendo la contestación favorable a sus pretensiones.
Un traslado de ese documento en que se concedían dichas indulgencias fue realizado años más tarde, en 1570, por el escribano de la cofradía de la Vera Cruz de Toledo a petición de la cofradía de la Vera Cruz de Requena, fundada hacia 1560. Según José Antonio Díaz, dichas indulgencias y las prácticas generales de culto, disciplina y procesión habían sido adoptadas antes tanto en la cofradía toledana como en la cofradía de la Vera Cruz de la ciudad de Valencia, tal y como se puede ver en el capítulo segundo de las constituciones primitivas de la misma, conservadas originales en su archivo
Desde entonces quedó establecido definitivamente el hacer Estación de Penitencia en la tarde noche del Jueves Santo, saliendo a las diez de la noche y haciendo estación en el Sagrario del Convento de San Francisco, en la Santa Iglesia Catedral y en los templos del Salvador, la Magdalena y San Pablo, recogiéndose alrededor de la una de la madrugada.
Poco después, el 28 de mayo de 1.543, el Superior General de la Orden Franciscana, Fray Juan Calvo, extiende desde Logroño una cédula a favor de todos los cofrades de la VERA CRUZ por la que se hacen partícipes de todos los bienes espirituales y méritos que la Orden ganase por sus buenas obras.
En años sucesivos, los Papas Pío IV y Gregorio XIII conceden nuevos beneficios, gracias e indulgencias a esta Cofradía, lo que hace que, junto con la fama y admiración que despiertan sus cultos y sus numerosas obras caritativas, y el ser una de las más ricas y antiguas de la ciudad, la conviertan en la primera de ellas y en modelo de imitación de cuantas cofradías no dejan de fundarse por toda la región.
En 1.562, mereciendo la Hermandad la admiración, estima y devoción del Rey Felipe II, lo acoge entre sus Hermanos, disfrutando con ello de su protección real.
Las gracias e indulgencias papales y las disposiciones conciliares alentaron aún más la práctica de la disciplina pública, orientándose esta Hermandad hacia este carácter estrictamente penitencial propio y característico de las Cofradías de la Santa Vera+Cruz, lucrándose así de las múltiples gracias concedidas.
En 1561 se produce una reforma de Reglas de todas las Hermandades de esta advocación existentes en el Arzobispado de Sevilla a instancias de don Fernando Valdés quien, así mismo, las aprueba. En la relación de Hermandades aparece la de Albaida.
Ante tal cúmulo de gracias y prerrogativas disfrutadas por la Hermandad, numerosas personas ilustres y principales ingresan en ella, alcanzando tal volumen e importancia el caudal dedicado a sus obras asistenciales que los Oficiales de su Junta resultan insuficientes para su gobierno y es necesario crear una Comisión de Hacienda, aprobándose en 1.565 unas reglas separadas para regular la administración de sus bienes y los cargos de administradores y tesoreros.
Basándonos en el contenido de estas Reglas, podemos configurar la organización, cultos, procesiones, obligaciones y fines de las Cofradías que estudiamos.
Tras el Protocolo inical de constitución de la Cofradía, comienzan las Ordenanzas o Reglas que han de guardar los cofrades:
"En el nombre de Dios e de Sancta María e de toda la cohorte celestial. Porque las buenas obras que los hombres hacen nunca mueren, por ende, nos los cofrades de la Cofradía de la Sancta e Vera+Cruz, así los que ahora somos como los que serán de aquí adelante, establecemos la dicha Cofradía e Hermandad a loor de la Sancta Trinidad, que es Padre e Hijo e Espíritu Sancto, que son tres personas e un Dios verdadero, e a honra e alabamiento de la Virgen Sancta María, Nuestra Señora, e de la Sancta e Vera+Cruz ..."
En el capítulo de cultos y procesiones, se especifica:
"E que hagamos la procesión de disciplina el Jueves Sancto en la noche con asistencia de la Hermandad como es uso e costumbre. E los oficiales de la nuestra Cofradía nombren los cofrades que han de portar las insignias, e que el prioste aderece el Hospital con la mayor decencia, e los alcaldes conviden a los clérigos para el Sermón. E otrosi, que los cofrades tomen la disciplina o iluminen con sus hachas.
E así mesmo establecemos e ordenamos que tengamos una fiesta el día de la Cruz de Mayo, y todo cofrade que fuere en la Villa que venga el día de su víspera, e que vayamos todos a la víspera e que tengamos candelas e que arda el cirio e las candelas desde que comenzaran las vísperas hasta que sean dichas. Y todo cofrade que no fuere siendo sano e muñido que peche media libra de cera. E al otro día a la misa, que arda el cirio e que tengamos nuestras candelas e ofrezca cada uno lo que quisiere. E asista la Hermandad a la procesión general de dicho día de la Cruz. E el cofrade que no fuere que peche la misma pena. E que nos digan los clérigos una vigilia por los cofrades finados, e que arda nuestro cirio e que tengamos candelas desde que comenzare la vigilia hasta que sea dicha. Y el que a esta vigilia no fuere que peche media libra de cera. E al otro día que nos digan los clérigos una misa de réquiem por las ánimas de nuestros cofrades defuntos, que los perdone Dios e a nos traiga a buen fin. E dicha la misa, andemos en procesión al cementerio con los clérigos, e con el cirio e con las candelas, por ánimas de nuestros cofrades e por nuestros defuntos, bien e ordenadamente; y andada la procesión, que volvamos a la nuestra iglesia".
Como hemos reiterado varias veces, la estación penitencial tenía un marcado carácter de austeridad, reflejado incluso en las propias Reglas.
Por los estudios realizados por diversos autores y tratadistas, estaría formada por algunas insignias, un Santo Cristo o Crucifijo portado por clérigos, y los hermanos de luz y sangre. Desde que la Hermandad de la Santa Vera+Cruz de Sevilla incorporara la Imagen de Nuestra Señora en 1536, a imitación de la de Toledo que lo hacía anteriormente, se generaliza esta costumbre en el resto de las Hermandades de esta advocación. Iba en unas sencillísimas andas "sin palio ni cubierta alguna ... ni vestidos de brocado de color, ni corona imperial, ni bajo palio suntuoso, ni debajo de dosel de estado", éstos serían añadidos a partir del siglo XVII.
A comienzos del siglo XVII eran tantas las cofradías que salían, aunque muchas de ellas con escasas posibilidades, y tales los desórdenes que ello causaba en cuanto a la prelación en el paso por las calles, que se decreta la reducción y fusión de muchas de ellas. No obstante, la de la VERA CRUZ, por ser tan principal, no se ve afectada por ello.
El año de 1.992 fue de una especial relevancia en la historia de la Hermandad. La Confraternidad de Hermandades de la Vera Cruz celebró el I Congreso Mundial de Hermandades de la VERA CRUZ, de especial resonancia en todo el mundo cofrade. Por este motivo se custodió con gran honra en la Capilla de la Hermandad, durante la madrugada del día 22 de marzo y en permanente vela, la Reliquia del Santo Lignum Crucis del Monasterio de Santo Toribio de Liébana, depositado por S.E. el Obispo de Cantabria, que celebró solemne Eucaristía en aquella tarde.
Romualdo de Gelo
En la antigüedad se presentaba la Verdadera Cruz o Vera+Cruz del Salvador en Jerusalén a la presencia de multitud de peregrinos llegados de todas las partes del orbe. Perdida dicha reliquia en el año 614 por el saqueo realizado por los persas a Jerusalén, fue recuperada por el emperador Heraclio en el año 628. Los cristianos de Jerusalén veneraban en el mismo Calvario la Cruz del Redentor, besando la sagrada reliquia. Muy pronto les imitaron los cristianos occidentales, venerando las reliquias de la Vera+Cruz que habían logrado adquirir, hasta que la Iglesia, adoptando esta costumbre, introdujo su práctica de veneración de la Cruz en la liturgia del Viernes Santo.
Pocas semanas después de la conquista de Jerusalén el día 5 de agosto de 1099 una parte de la Vera Cruz fue redescubierta. Siglos antes había sido allí mismo donde se creía que la madre del emperador Constantino, santa Elena, encontró un gran trozo del madero donde fue crucificado Jesús de Nazaret. Entre los cruzados y peregrinos que volvieron a sus países con una reliquia del Lignum Crucis hubo monarcas y altos dignatarios, algunos de los cuales obsequiaron con ella a diversos monasterios, y tanto las reliquias como sus receptáculos fueron puntos de cristalización de la devoción popular. Un estudio comparativo de la Vera Creu d’Anglesola con otros relicarios coetáneos ha mostrado que ésta fue fabricada efectivamente en Jerusalén en la segunda mitad del siglo XII. Y parece verosímil que fuera llevada a Urgell por los mismos canónigos del Santo Sepulcro. Resulta pues cada vez más evidente que la advocación y la reliquia del santo Lignum Crucis o de la Santa Vera Cruz no son fenómenos anteriores al siglo XII en la Península Ibérica, si se deja bien claro de una vez por todas que una cosa es la leyenda o la tradición de la antigüedad de un culto y otra bien distinta los documentos históricos que refrendan su existencia real o no.
En la Baja Edad Media se difundió y desarrolló el culto a la Santa Vera+Cruz, ya hemos reseñado anteriormente las asociaciones de Disciplinantes de la Cruz de Italia [véase la entrada Origen y evolución de las Hermandades de penitencia (I)].
Pero en España, esta devoción está documentada desde el 15 de marzo de 1208, en que es consagrada una iglesia bajo la advocación de la Santa Vera+Cruz en las afueras de Segovia. Esta iglesia pertenecía a los Templarios, los cuales pudieron traer una reliquia del Lignum Crucis de Tierra Santa, ya que el Papa Honorio III le concede la reliquia y confirma su autenticidad por bula otorgada en 1224.
La devoción a la Vera Cruz a través de fragmentos de madera convertidos en reliquias es un precedente lejano del siglo XII de lo que mucho tiempo después a partir del siglo XIV fue la institucionalización colectiva de dicho culto en forma de cofradías. La Vera Cruz, el Santo Grial y la Sangre de Cristo constituyen tres reliquias íntimamente relacionadas entre sí. Hacia finales del siglo XIV y principios del siglo XV así lo demuestra el quehacer de la propia monarquía aragonesa cuando las transmite a la catedral de Valencia inseparablemente porque las tres convergen en el mismo culto a la Santa Cruz y a la Pasión de Cristo.
Es en el siglo XIV cuando esta devoción cobra mucho mayor auge, haciéndose presente su invocación en los mismos documentos oficiales. En las Cortes de Burgos de 1315 se termina jurando: "e juramos a Dios e a la Virgen Sancta María e a la Vera+Cruz e a los Sanctos Evangelios". Igualmente, en las Cortes de Carrión de 1317 la reina, doña María de Molina, jura a la Santa Vera+Cruz.
En 1326, el infante don Juan Manuel lucha y vence a los moros cerca de Antequera, previamente invocó:
"Señor, miembresete de mi e de los christianos que aqui son ayuntados por loor e reverencia de la Sancta Vera+Cruz en que Jhesu Christo tomo muerte e pasion en el Monte Calvario".
Por las citas comprobamos cómo la devoción a la Santa Vera+Cruz estaba profundamente arraigada en el sentir de la época, difundiendo su devoción a las tierras que se iban conquistando.
Las cofradías actuales, sean de la advocación que sean, están obsesionadas por ser las más antiguas en su género. A veces sus cronistas proclaman orígenes medievales donde no los hubo y se apuntan fechas fundacionales que no están documentadas. El historiador profesional que se acerca a estas instituciones para estudiar su pasado debe comenzar por desmitificarlo, separando lo que está inventado de lo que está documentado.
En los reinos hispánicos de la Edad Media, diversas devociones sobre la Cruz y la Sangre de Cristo revitalizadas por el fenómeno de las Cruzadas y el ideal de la Reconquista pasaron a integrarse a partir del siglo XIV en cofradías penitenciales bajo la advocación de la Vera Cruz. El fenómeno se completó a partir del siglo XVI cuando proliferaron en España otras cofradías dedicadas a la Sangre de Cristo que eran muy parecidas en líneas generales a las de la Vera Cruz, hasta el punto de poder afirmarse, en efecto, que ambos tipos de entidades convergen en el origen de la Pasión o de la Semana Santa bajo dos advocaciones diferentes que incluso muchas veces aparecen unidas.
En su estudio sobre las cofradías de la Vera Cruz en Castilla la Nueva (actual Castilla-La Mancha), la profesora Ángela Muñoz resumía la peculiaridad de este tipo de asociaciones religiosas a partir de los siguientes componentes: orientación cristocéntrica; imágenes de Cristo crucificado, fiestas específicas (Jueves Santo, Viernes Santo, Invención de la Cruz el 3 de mayo, Exaltación de la Cruz el 14 de septiembre, Triunfo de la Cruz el 16 de julio, Resurrección, Corpus Christi); disciplina y procesiones penitenciales con flagelación; distinción entre cofrades de la disciplina o de la sangre y cofrades de la luz que no participaban en la disciplina al igual que las mujeres porque estaban excluídas desde el principio. Es curioso que el título de la Vera Cruz para estas cofradías de Castilla la Nueva aparece con no poca frecuencia asociado al de la Sangre de Cristo y en una proporción considerablemente inferior se registra el título de la Sangre de Cristo por sí solo.
En el antiguo Reino de Aragón, según Germán Navarro Espinach (Universidad de Zaragoza), la más antigua de todas es la de la Vera Cruz de Xàtiva. El documento referido no es el acta fundacional de la cofradía sino una segunda confirmación posterior a cargo de Pedro IV, fechada en Zaragoza el 25 de octubre de 1381. Esta entidad se creó por un privilegio de la reina Leonor de Castilla, otorgado en la ciudad de Zaragoza el 21 de octubre de 1333.
La reina Leonor de Castilla, en calidad de señora feudal de Xàtiva, instituye una cofradía bajo la invocación de Nuestro Señor Jesucristo, la Virgen María y la Santa Vera Cruz con el objetivo de que en ella se hagan penitencias, limosnas y obras de caridad y de misericordia. Entre 1333 y 1381 dicha cofradía fue dotada de muchos otros singulares privilegios, gracias, inmunidades, indulgencias y favores por parte tanto de la monarquía como de la iglesia.
Manuel Benítez ha puesto de manifiesto el caso de la cofradía de ciegos de Valencia que en las ordenanzas del año 1329 aparecía bajo el título de la Virgen María, mientras que en los capítulos solicitados en el año 1407 se encontraba bajo el signo de la Vera Cruz.
En estos mismos capítulos se solicitaba cambiar la fiesta anual de la cofradía que era los octavos de Pascua florida a la fiesta de la Exaltación de la Cruz del 14 de septiembre. No resultaría extraño que los ciegos valencianos decidiesen cambiar su advocación a la Vera Cruz al escuchar los sermones de san Vicente Ferrer. Precisamente, en el sermón que predicaba el 14 de septiembre –festividad de la Exaltación de la Santa Cruz y fiesta patronal de la cofradía de ciegos– contaba cómo al principio la Santa Vera Cruz era menospreciada por los infieles, pero después fue muy honrada, sobre todo por los muchos milagros que acontecieron con ella, entre otras cosas porque iluminaba a los ciegos (que il luminava los cechs).
En Zaragoza se ha documentado en 1360 la presencia de una cofradía de la Santa Cruz adscrita a la iglesia parroquial del mismo título. En la parroquia de Santa Engracia en 1394 también existía una cofradía de la Crucifixión del Señor y Santa María55. Sin embargo, fray Roque Alberto Faci da una noticia importantísima sobre la existencia de una cofradía de la Vera Cruz distinta a las anteriores al hablar de las reliquias de la Santa Cruz que se conservaban en el Aragón de su época. La primera reliquia que cita es la que se veneraba en el convento del Carmen de Zaragoza, una preciosísima porción del Lignum Crucis regalada junto con otras reliquias por la reina doña María, esposa de Alfonso V el Magnánimo. La reina fue benefactora del convento y llegó a celebrar en su edificio las cortes de
1441:
“A devocion, y con titulo de esta Santisima Reliquia se fundo en dicho Convento la Antigua Cofadria de la Santa Vera Cruz, y se hacia Procesión de la disciplina, cuyos Cofadres eran los mas Nobles de Zaragoza: consta de las memorias antiguas del Convento, y Bulas de la Cofadria, y lo noto todo el Padre Murillo, en las Excelencias de Zaragoza”.
La fecha de la entrega es de 1450 según documenta como testigo ocular el mismo padre Faci, puesto que la reliquia fue entregada por la reina al convento engastada en una cruz grande de plata sobredorada que en el año 1652 fue restaurada, y que el 21 de abril de 1724 él mismo pudo ver la inscripción que contenía debajo del pie de dicha cruz:
DONA FUERE HUIC. FAC. CAR. CAENOB. PRO AMOR. PIGNO. MAG. A.
REGINA ARAGO. MARIA, ALFON. REG. SPON. ANNO 1450.
Según Faci, la cofradía de la Vera Cruz de Zaragoza celebraba sus fiestas el 3 de mayo y el 14 de septiembre con gran solemnidad, y quizás los excesos en gastos acabaron por consumir la hermandad y toda su grandeza.
En Sevilla, desde el 9 de mayo de 1448, aparece constituida como primera Hermandad penitencial la de la Santa Vera+Cruz, que desde 1468 practicaba la disciplina el Jueves Santo y cuyas Reglas fueron aprobadas el 22 de febrero de 1501 por don Fernando de la Torre, Provisor del Emmo. Sr. Cardenal Arzobispo de Sevilla, don Diego Hurtado de Mendoza.
Durante la segunda mitad del siglo XV comienzan a fundarse las cofradías de la Santa Vera+Cruz, en la mayoría de los casos de la mano de los franciscanos. Estas Cofradías procesionaban en la noche del Jueves al Viernes Santo con una simple cruz o crucifijo, llevado por un clérigo, con gran número de hermanos disciplinándose. Eran procesiones serias, austeras, devotas y penitentes, sin lujo ni boato alguno, saliendo de sus capillas, ermitas u hospitales, se dirigían por caminos y veredas hasta el campo, donde generalmente había un humilladero con una Cruz. Los cofrades iban revestidos de una túnica de lienzo blanca, la cual dejaban caer hasta la cintura los disciplinantes. Al regreso a la ermita u hospital los "hermanos de sangre" se lavaban sus heridas con pócimas y ungüentos que previamente se habían preparado en unas calderas, palanganas o "bacías de lavar los hermanos", expresión que aparece en los textos.
La devoción a la Sangre de Cristo, muy extendida en los siglos XV-XVI, pudo influir en el cambio del culto a la Santa Cruz, dejando de verla como la Cruz gloriosa donde Cristo vence, para convertirse poco a poco en la Cruz dolorosa en la que Cristo muere. En suma, sin negar la divinidad de Jesucristo, se asiste a la progresiva humanización de su figura, especialmente a partir del siglo XIII de la mano de autores como San Francisco de Asís.
Por consiguiente, según Sánchez Herrero, la devoción a la Sangre de Cristo transformará el culto a la Cruz, entendida cada vez más como el lugar donde Cristo ha sufrido su Pasión y ha muerto. Y la aparición de los movimientos de disciplinantes y flagelantes con San Vicente Ferrer en el siglo XV terminará por gestar la eclosión definitiva de las cofradías de la Pasión o de Semana Santa
El arzobispado de Toledo tuvo mucho que ver en la promoción del culto a la Vera Cruz en los reinos hispánicos en los siglos XV y XVI. Me refiero a la figura clave del arzobispo Pedro González de Mendoza (1428-1495), hijo del marqués de Santillana y cardenal desde 1478 adscrito precisamente a la iglesia romana de la Santa Cruz de Jerusalén. La vinculación de su propia imagen a la historia de la invención de la Santa Cruz fue constante desde entonces con atención particular a Santa Elena por ser la descubridora de la Vera Cruz enterrada en el Gólgota.
Entre otras cosas, además de ser fundador del Colegio Mayor de la Santa Cruz de Valladolid, en su testamento determinó la fundación de un hospital en Toledo que debería estar asimismo bajo la advocación de la Santa Cruz, y al cual nombró su heredero universal. Su capilla funeraria en la catedral toledana se dedicó a Santa Elena e, incluso, su famoso terno de terciopelo labrado estuvo dedicado en su parte más importante, el capillo, al descubrimiento de la Santa Cruz. Además, en el bordado de dicho capillo la figura de Santa Elena recuerda algunos de los retratos de la reina Isabel la Católica, de quien el cardenal fue gran colaborador, a modo de identificación de la reina con la santa emperatriz.
El Abad Alonso Sánchez Gordillo exalta esta Cofradía como ninguna otra:
"Después de las Cofradías y devoción al Santísimo Sacramento del Altar (...) entra en este lugar la Venerable Cofradía de la Santa Vera+Cruz, llamada en sus primeros principios de la Sangre por haber sido la primera en que la disciplina pública se hacía (...) y de la que se hizo en esta Ciudad tomaron ejemplo e imitación todos los demás pueblos y ciudades vecinas, de manera que en todos, grandes y pequeños, hay esta devoción".
Y efectivamente esto fue así, pues en 1514, aparece entre otras la de Albaida "que es sostenida por la piedad de sus cofrades". Luego, la existencia de la citada Hermandad data, cuando menos, de la primera década del siglo XVI, aunque con toda seguridad fue fundada en la centuria anterior, pues ya en la fecha citada sus cofrades sostenían el culto con sus propias limosnas y poseían Hospital propio.
Estas hermandades de la Santa Vera+Cruz se vieron favorecidas por multitud de gracias e indulgencias que les otorgaron los papas Julio II, en 1508, y León X, en 1515.
Caso parecido al del cardenal Mendoza, muy devoto de la Santa Cruz, es el de Francisco de Quiñones (1475-1540), general de los franciscanos y también cardenal del título de la Santa Cruz de Jerusalén en Roma.
En el primer tercio del siglo XVI se suscita la controversia sobre la conveniencia de que existieran los disciplinantes en las procesiones y sobre si ello contribuía a la ejemplaridad y fervor que tales procesiones debían ofrecer. La controversia vino a ser resuelta el 7 de enero de 1.536 con una resolución del Papa Paulo III, transmitida de viva voz, vivae vocis oraculo, al Cardenal del título de Santa Cruz de Jerusalén, D. Francisco de Quiñones, por la que el Papa concede importantes gracias e indulgencias a todos los cofrades de la Vera Cruz que asistieren con penitencia o luz en la procesión del Viernes Santo. Esta resolución, recogida por escrito por el Cardenal, fue seguidamente remitida el 5 de febrero a la Cofradía de la VERA CRUZ de Toledo, junto con una carta del Doctor D. Pedro Ortiz, en la que este Doctor explicaba las razones de tales privilegios y daba normas para su disfrute.
Este reconocimiento papal hacia las Cofradías penitenciales de la Santa Vera+Cruz avivó en las ya fundadas su espíritu y devoción, y provocó la fundación de otras muchas bajo la misma advocación.
Posiblemente a raíz de estos hechos, la Hermandad de la Vera Cruz de Sevilla reforma sus Reglas en 1.538, separando los Hermanos de luz y de sangre, pidiendo además copia de estos documentos a la cofradía toledana y Carta de Hermandad con ella, los cuales le fueron remitidos el 15 de mayo de 1.539. Mas, como nuestra Hermandad solía hacer su Estación de Penitencia el Jueves Santo y las gracias y beneficios papales se referían al Viernes de la Cruz, la cofradía sevillana solicita de la Santa Sede el poderlos disfrutar sin cambiar de día, recibiendo la contestación favorable a sus pretensiones.
Un traslado de ese documento en que se concedían dichas indulgencias fue realizado años más tarde, en 1570, por el escribano de la cofradía de la Vera Cruz de Toledo a petición de la cofradía de la Vera Cruz de Requena, fundada hacia 1560. Según José Antonio Díaz, dichas indulgencias y las prácticas generales de culto, disciplina y procesión habían sido adoptadas antes tanto en la cofradía toledana como en la cofradía de la Vera Cruz de la ciudad de Valencia, tal y como se puede ver en el capítulo segundo de las constituciones primitivas de la misma, conservadas originales en su archivo
Desde entonces quedó establecido definitivamente el hacer Estación de Penitencia en la tarde noche del Jueves Santo, saliendo a las diez de la noche y haciendo estación en el Sagrario del Convento de San Francisco, en la Santa Iglesia Catedral y en los templos del Salvador, la Magdalena y San Pablo, recogiéndose alrededor de la una de la madrugada.
Poco después, el 28 de mayo de 1.543, el Superior General de la Orden Franciscana, Fray Juan Calvo, extiende desde Logroño una cédula a favor de todos los cofrades de la VERA CRUZ por la que se hacen partícipes de todos los bienes espirituales y méritos que la Orden ganase por sus buenas obras.
En años sucesivos, los Papas Pío IV y Gregorio XIII conceden nuevos beneficios, gracias e indulgencias a esta Cofradía, lo que hace que, junto con la fama y admiración que despiertan sus cultos y sus numerosas obras caritativas, y el ser una de las más ricas y antiguas de la ciudad, la conviertan en la primera de ellas y en modelo de imitación de cuantas cofradías no dejan de fundarse por toda la región.
En 1.562, mereciendo la Hermandad la admiración, estima y devoción del Rey Felipe II, lo acoge entre sus Hermanos, disfrutando con ello de su protección real.
Las gracias e indulgencias papales y las disposiciones conciliares alentaron aún más la práctica de la disciplina pública, orientándose esta Hermandad hacia este carácter estrictamente penitencial propio y característico de las Cofradías de la Santa Vera+Cruz, lucrándose así de las múltiples gracias concedidas.
En 1561 se produce una reforma de Reglas de todas las Hermandades de esta advocación existentes en el Arzobispado de Sevilla a instancias de don Fernando Valdés quien, así mismo, las aprueba. En la relación de Hermandades aparece la de Albaida.
Ante tal cúmulo de gracias y prerrogativas disfrutadas por la Hermandad, numerosas personas ilustres y principales ingresan en ella, alcanzando tal volumen e importancia el caudal dedicado a sus obras asistenciales que los Oficiales de su Junta resultan insuficientes para su gobierno y es necesario crear una Comisión de Hacienda, aprobándose en 1.565 unas reglas separadas para regular la administración de sus bienes y los cargos de administradores y tesoreros.
Basándonos en el contenido de estas Reglas, podemos configurar la organización, cultos, procesiones, obligaciones y fines de las Cofradías que estudiamos.
Tras el Protocolo inical de constitución de la Cofradía, comienzan las Ordenanzas o Reglas que han de guardar los cofrades:
"En el nombre de Dios e de Sancta María e de toda la cohorte celestial. Porque las buenas obras que los hombres hacen nunca mueren, por ende, nos los cofrades de la Cofradía de la Sancta e Vera+Cruz, así los que ahora somos como los que serán de aquí adelante, establecemos la dicha Cofradía e Hermandad a loor de la Sancta Trinidad, que es Padre e Hijo e Espíritu Sancto, que son tres personas e un Dios verdadero, e a honra e alabamiento de la Virgen Sancta María, Nuestra Señora, e de la Sancta e Vera+Cruz ..."
En el capítulo de cultos y procesiones, se especifica:
"E que hagamos la procesión de disciplina el Jueves Sancto en la noche con asistencia de la Hermandad como es uso e costumbre. E los oficiales de la nuestra Cofradía nombren los cofrades que han de portar las insignias, e que el prioste aderece el Hospital con la mayor decencia, e los alcaldes conviden a los clérigos para el Sermón. E otrosi, que los cofrades tomen la disciplina o iluminen con sus hachas.
E así mesmo establecemos e ordenamos que tengamos una fiesta el día de la Cruz de Mayo, y todo cofrade que fuere en la Villa que venga el día de su víspera, e que vayamos todos a la víspera e que tengamos candelas e que arda el cirio e las candelas desde que comenzaran las vísperas hasta que sean dichas. Y todo cofrade que no fuere siendo sano e muñido que peche media libra de cera. E al otro día a la misa, que arda el cirio e que tengamos nuestras candelas e ofrezca cada uno lo que quisiere. E asista la Hermandad a la procesión general de dicho día de la Cruz. E el cofrade que no fuere que peche la misma pena. E que nos digan los clérigos una vigilia por los cofrades finados, e que arda nuestro cirio e que tengamos candelas desde que comenzare la vigilia hasta que sea dicha. Y el que a esta vigilia no fuere que peche media libra de cera. E al otro día que nos digan los clérigos una misa de réquiem por las ánimas de nuestros cofrades defuntos, que los perdone Dios e a nos traiga a buen fin. E dicha la misa, andemos en procesión al cementerio con los clérigos, e con el cirio e con las candelas, por ánimas de nuestros cofrades e por nuestros defuntos, bien e ordenadamente; y andada la procesión, que volvamos a la nuestra iglesia".
Como hemos reiterado varias veces, la estación penitencial tenía un marcado carácter de austeridad, reflejado incluso en las propias Reglas.
Por los estudios realizados por diversos autores y tratadistas, estaría formada por algunas insignias, un Santo Cristo o Crucifijo portado por clérigos, y los hermanos de luz y sangre. Desde que la Hermandad de la Santa Vera+Cruz de Sevilla incorporara la Imagen de Nuestra Señora en 1536, a imitación de la de Toledo que lo hacía anteriormente, se generaliza esta costumbre en el resto de las Hermandades de esta advocación. Iba en unas sencillísimas andas "sin palio ni cubierta alguna ... ni vestidos de brocado de color, ni corona imperial, ni bajo palio suntuoso, ni debajo de dosel de estado", éstos serían añadidos a partir del siglo XVII.
A comienzos del siglo XVII eran tantas las cofradías que salían, aunque muchas de ellas con escasas posibilidades, y tales los desórdenes que ello causaba en cuanto a la prelación en el paso por las calles, que se decreta la reducción y fusión de muchas de ellas. No obstante, la de la VERA CRUZ, por ser tan principal, no se ve afectada por ello.
El año de 1.992 fue de una especial relevancia en la historia de la Hermandad. La Confraternidad de Hermandades de la Vera Cruz celebró el I Congreso Mundial de Hermandades de la VERA CRUZ, de especial resonancia en todo el mundo cofrade. Por este motivo se custodió con gran honra en la Capilla de la Hermandad, durante la madrugada del día 22 de marzo y en permanente vela, la Reliquia del Santo Lignum Crucis del Monasterio de Santo Toribio de Liébana, depositado por S.E. el Obispo de Cantabria, que celebró solemne Eucaristía en aquella tarde.
Romualdo de Gelo
P.D.= Tomado del blog http://cofrades.pasionensevilla.tv/profiles/blogs/la-devocion-a-la-santisima-y
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