El Crucifijo de don Fernando y doña Sancha procede de la Colegiata de San Isidoro de León y en la actualidad se conserva en el Museo Arqueológico de Madrid. Hecho en marfil, en torno a 1063, de 52 centímetros de altura y decorado en relieve por los dos lados, formaba parte del ajuar sacro con el que Fernando I quiso devolver la nobleza exigida al nuevo templo de piedra de San Isidoro en León, la capital del reino. El Crucifijo es la primera imagen de bulto redondo que responde a la iconografía y plástica románicas. Como las antiguas creaciones de la tipología, sigue disponiendo en su cuerpo un espacio para relicario. Sobre una cruz latina se muestra un Cristo de cuatro clavos, que inclina levemente la cabeza hacia su derecha, peina cabellos acordonados y tiene barba ligeramente rizada. En el rostro ovalado destaca la fuerza expresiva de sus ojos, en los que se han incrustado azabaches. El perizoma o paño de pureza le cubre hasta las rodillas. En la parte trasera del cuerpo se encuentra un receptáculo que sirve de estauroteca (relicario) para acoger un fragmento del Lignum Crucis. Bordea la cruz una orla decorada con numerosas figuras humanas que ascienden y descienden, representando a los bienaventurados que suben al cielo y a los réprobos que bajan a los infiernos. Entre estas figuras se han representado también aves y cuadrúpedos, entremezclados con motivos vegetales. En la parte superior del brazo mayor hay una inscripción en latín: I.H.C. NAZARENUS REX IVDEORV (M) y sobre está, la figura de Cristo resucitado con la representación del Espíritu Santo con forma de paloma, flanqueado por dos ángeles. En la parte inferior del brazo mayor se representa a Adán haciendo una genuflexión y, debajo de él, una inscripción con los nombres de los dos regios esposos: FERNANDUS REX SANCIA REGINA.
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