viernes, 30 de noviembre de 2007

La Cruz en el año Litúrgico (I).

PESEBRE Y CRUZ

49.- Por "gloria" entendemos brillo, esplendor, majestad; y todo ello lo imaginamos a medida humana, como algo magnífico, poderoso y misterioso. Sin embargo, la gloria de Dios es algo totalmente distinto, infinitamente más profundo y hermoso, algo que supera todo poder y sabiduría. La palabra decisiva sigue siendo: El Señor, el Kyrios de la gloria es Cristo; con esto hemos adquirido una noción nueva y distinta de la gloria. Gloria no es el poder, ni la sabiduría de este mundo. La auténtica gloria viene de la Cruz, porque juzga y condena todo poder, toda soberbia y toda ciencia mundana y hace al hombre capaz de conocer y alcanzar la verdadera gloria de Dios. El que confiesa que "Jesucristo es Kyrios" -es decir, que Jesús hecho hombre en humildad y clavado en una Cruz, es el Todopoderoso-, es cristiano porque ha conocido la verdadera gloria de Dios; ha reconocido que esta gloria no tiene nada de común con la grandeza de este mundo terrena, humana, interesada y orgullosa. Esta es la esencia más profunda de la fe. La Cruz, la humildad de la fe, es el único camino para la gloria de Dios.
50.- Aquel que confiesa que este hombre pobre y agobiado que lleva la Cruz es el Kyrios, tiene ojos divinos que contemplan la gloria de la Cruz. Esta es la paradoja del cristianismo: gloria de la ignominia, vida de la muerte, luz de tinieblas. Porque la verdadera gloria es el Amor. La esencia más íntima de Dios es el Amor; y, por consiguiente, la razón más profunda que revelará su gloria a través de la humildad es su esencia, esto es, el Amor.
51.- La carne de Jesucristo, su Humanidad, es el paso necesario para el Padre. Su pesebre y su Cruz conducen a la gloria. El que rechaza la carne de Cristo, rechaza también su gloria; el que desprecia la Humanidad de Cristo, desprecia también su divinidad. En cambio, el que se inclina humildemente ante la Humanidad de Jesús y toma sobre sí su humillación, contempla a Dios mismo en la carne de Jesús. Sólo el que es Vida en sí mismo, puede comunicarnos a nosotros la vida. Por eso la manifestación de Dios en la carne, su Epifanía, es para nosotros objeto de una fiesta muy grande, porque la vida divina se nos hizo asequible gracias al Dios que se manifestó en la carne.
52.- La fortaleza de Dios se manifiesta en la debilidad. Jesús se hizo débil por los débiles, para ganar a los débiles; se hizo niño para que tú pudieras llegar a ser un hombre perfecto; estuvo reclinado en un pesebre, para que tú pudieras estar de pie ante el altar; descendió a la tierra, para que tú pudieras tener muchas mansiones en el cielo. Era rico y se hizo pobre por tu causa, para que su indigencia te enriqueciera a ti... Las lágrimas de aquel Niño lloroso lavaron mis pecados. Por eso, Señor Jesús, estoy más agradecido a las inclemencias que sufriste por haberme redimido, que a tu poder por haberme creado (San Ambrosio).


http://www.mercaba.org/FICHAS/Cruz/el_misterio_de_la_cruz.htm

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